viernes, 27 de abril de 2012

¿Y Quién creó al Creador?

Como seres humanos conscientes nos hemos preguntado alguna vez quién, qué o cómo se creó toda esta maravilla que nos rodea: el universo, nuestro planeta, la naturaleza, el cuerpo humano, etc. Pero más allá de sentir esta fascinación tenemos un deber como seres inteligentes, capaces de cuestionarnos a nosotros mismos, y es confrontar esas creencias que desde niños nos han inculcado sobre un posible creador. Nuestros patrones de conducta y nuestro carácter han sido moldeados por todas las enseñanzas que recibimos desde nuestro nacimiento, y son el producto de las creencias transmitidas de generación en generación. Pero nuestra verdadera esencia, aquella que subyace en nuestro interior, a veces se revela y pide explicaciones. Acatar a ese llamado es el deber al que hago referencia para así honrar nuestro intelecto. Es en ese momento, cuando llegan a nuestra mente las grandes incógnitas sobre nuestro origen, que debemos preguntarnos: ¿Soy capaz de dar una explicación propia y razonada sin el condicionamiento de la religión con la que crecí?

Pues bien, ¿Quién creó al creador? Esta es una pregunta que dependiendo de la perspectiva como se enfoque admite dos respuestas diferentes, la primera es conocida y la segunda es incognoscible. Desde el punto de vista deísta es fácil conseguir una solución que concentre en una sola palabra la explicación para los hechos desconocidos. Cuando se plantean interrogantes como: ¿quién fue el creador del cielo y de la tierra? ¿a quién se le atribuye el origen del hombre? o ¿quién creó la inteligencia humana? la respuesta llega de súbito y sin el mayor análisis racional: Dios. Esa forma de inteligencia suprema es la explicación básica para la mayoría de los seres humanos y su escudo para darle un sentido divino al origen de la vida. A su vez, los agnósticos mantenemos que su existencia no se puede conocer, mientras que los ateos la niegan. 

Desde los inicios de la humanidad se le han atribuido poderes sobrenaturales a: El Sol, la Luna, el Fuego, pasando luego a los seres mitológicos de las civilizaciones politeístas (mesopotámica, persa, egipcia, grecorromana, hindú, china, entre las más conocidas) hasta llegar a las creencias monoteístas con voceros de la Palabra Divina, como Mahoma (Profeta de Alá para los musulmanes) y Jesús (autoproclamado Hijo de Dios y del Hombre), los cuales fueron precedidos por Aton o el Dios-Sol en el Antiguo Egipto, deidad monoteísta que abrió el camino a las religiones musulmana y cristiana. Absolutamente todas esas deidades han sido inventadas por el mismo hombre para darle una explicación a los misterios de los cuales no tenía respuesta, así como para satisfacer su necesidad de creer en algo superior apoyándose en ello con la fe, y así consolarse con la idea de que seguiría existiendo después de la muerte física (ver el artículo "La Existencia de Dios" de este blog).

Lamentablemente las diversas religiones del mundo han utilizado esa necesidad humana para alienar e ideologizar haciendo uso de esa supuesta “Verdad” que cada una de ellas dice poseer, lo cual a mi juicio es una evidente manipulación al condicionar la fe de las personas sugiriendo que la “Palabra de Dios” y su “Voluntad” están intrínsecas en cada uno de sus dogmas, y quienes no compartan su ‘Verdad’ vivirán en la oscuridad o serán condenados por falta de espiritualidad ¿Acaso es necesario profesar alguna religión para el desarrollo espiritual? Todas estas intolerantes posiciones y juicios de valor provenientes de los creyentes más fanáticos sólo pueden desencadenar odio y miedo, lo cual conlleva a enfrentamientos entre humanos solamente por pensar diferente. Lo cierto es que, independientemente a la religión o credo que se practique, ese creador (o dios) ha sido creado filosóficamente por el hombre, ya que sólo está en su imaginación y manera de pensar. Por su parte, las religiones no son más que congregaciones de individuos con iguales creencias sobre un creador creado por ellos mismos puesto que ninguno tiene evidencia racional ni científica del mismo.

Ahora bien, suponiendo que ese dios realmente existiera y sea el creador del mundo tal cual lo conocemos, cabe la pregunta: ¿y quién creó a ese creador? o en otras palabras ¿quién o qué le dio origen a esa luz creadora? No se debería tomar tan a la ligera que un ser dotado con esas facultades tan extremas, capaz de intervenir en el destino de las personas y con una inteligencia inimaginable pueda haberse formado de la nada o por generación espontánea, de ser así podrían existir otros seres similares a esa entidad superior ya que las condiciones en el universo estuvieron dadas para más de una formación de esa especie. Sin embargo, los creyentes sostienen que es el único creador, el principio y el fin, que antes de él nada existía, el alfa y el omega, el infinito, etc. Pero esa posición es demasiado inocente y simplista dadas las dimensiones del poder que se le confiere. 

Entonces, no es descabellado pensar que el dios creador pudo originarse de otro creador, y éste a su vez de otro, y así sucesivamente hasta divagar en el infinito de la ascendencia. De hecho este es un basamento ateísta y que Christopher Hitchens hizo popular en sus famosos debates. Tiene lógica pensar que el “Dios Todopoderoso creador del cielo y de la tierra” pudo ser concebido por una inteligencia inmensamente superior a la de él o por otra similar, pero esa es una ligereza que los creyentes no se atreven a considerar ya que echaría por tierra toda la teoría creacionista y ocasionaría una gran incongruencia con los preceptos bíblicos del catolicismo. 

Es importante recordar que nadie, absolutamente nadie, es poseedor de “La Verdad” sobre la creación humana o sobre la existencia de un creador, o de un creador de éste. Lo que sí es cierto es que todos somos libres de formarnos una idea propia, la cual sería más auténtica si no se limita sólo a creencias inculcadas. 


Finalmente les comparto mi última reflexión sobre este tema, concluyendo que mientras más nos adentramos en los rincones de lo desconocido más nos acercamos a descubrir que el misterio esta lleno de infinitas posibilidades. 

Aparta tus creencias, busca información de distintas fuentes, analiza todas las posibilidades y haz una profunda reflexión. Si haciéndolo decides seguir creyendo, o no, en la existencia de un dios, pues bien! Al menos habrás realizado tu parte como ser pensante, consciente, dotado de inteligencia y con libertad para inquirir. Pero si concluyes con toda honestidad que su existencia no se puede conocer habrás demostrado que nuestra capacidad de entendimiento humano no es suficiente para resolver el misterio de la creación más allá de las evidencias físicas y los hechos inexplicables, lo cual enaltece el mayor de los valores: la humildad.

Escrito por: Rafael Baralt

martes, 10 de abril de 2012

La Sexualidad es más que Genitalidad

La OMS define la sexualidad humana como "un aspecto central del ser humano, presente a lo largo de su vida, que abarca al sexo, las identidades y los papeles de género, el erotismo, el placer, la intimidad, la orientación sexual y la reproducción, que se manifiesta a través de pensamientos, fantasías, deseos, creencias, actitudes, valores, conductas, prácticas, roles y relaciones interpersonales. La sexualidad puede incluir todas estas dimensiones, aunque no todas se vivencien o se expresen, y está influida por la interacción de factores biológicos, psicológicos, sociales, económicos, políticos, culturales, éticos, legales, históricos, religiosos y espirituales”.


Tema complejo este de la SEXUALIDAD y, por asociación, el de resultar sexy ante el espejo o ante los demás. Pobre de quien sigue creyendo que los genitales, o la sociedad, o Dios, determinan la preferencia sexual en un animal o en un humano. Nuestra sexualidad es un complejo multifactorial que une características físicas, psicológicas y emocionales con aprendizajes, aportes y presiones del entorno, deviniendo en una conducta personal asociada fundamentalmente con el placer y con la seguridad. Como toda conducta, la sexual puede variar en orientación o en intensidad. Hasta hace poco la sexualidad se definió como instintiva, lo que fue base de las teorías y normas sociales que establecieron la forma natural y no natural de la sexualidad, según estuviese dirigida o no hacia la procreación. Este aprendizaje tradicional del colectivo sigue ignorando que los mamíferos más desarrollados presentan un comportamiento sexual diferenciado, que incluye la homosexualidad (registrada en más de 1500 especies animales) y muchas variantes de la masturbación y de la violación. Tal realidad en la Naturaleza fundamenta el reenfoque que está haciendo la Psicología moderna, al plantear que la sexualidad puede aprenderse, porque no está sujeta únicamente al instinto orientado a preservar la especie. Desde un punto de vista inteligente con base científica, cada persona tiene su propio modo de situarse en un punto de la dualidad hombre-mujer que genéticamente origina la existencia humana, y el derecho de expresarse sexualmente a través de roles adaptativos definidos por su búsqueda personal de la felicidad, incluyendo el asexual.

La sexualidad es un sistema apoyado sobre otros cuatro sistemas también complejos: El físico (que abarca el genotipo o sexo genético y el fenotipo o sexo visible); el erotismo (capacidad de sentir y hacer sentir deseo, excitación, placer y orgasmo); la vinculación afectiva (capacidad de amar y de enamorarse, estableciendo interacciones personales significativas) y el instinto reproductor (capacidad de tener hijos y criarlos, más los sentimientos y conductas propios de la maternidad y paternidad). El género sexual comprende el grado en que se vivencia la pertenencia a lo masculino o femenino, con todas las construcciones mentales y conductuales asociadas. Más que el instinto, la interacción entre género, vinculación afectiva y erotismo es lo que define la orientación sexual del individuo, primariamente dividida en homosexualidad, heterosexualidad y bisexualidad.

El menor de edad que es orientado desde temprano para que acepte su sexualidad y la de otros, crece siendo más capaz de aceptarse integralmente y de cuidar lo que representan sus genitales y sus inclinaciones naturales y aprendidas, y tiene mayores posibilidades de vivir feliz. El adulto satisfecho de su sexualidad, por otra parte, será más libre al sentir placer y al buscarlo, generando un ambiente de cercanía afectiva y sexual con la pareja y un clima social más funcional, que a su vez repercutirá en el mejoramiento de las actividades personales, familiares, laborales y cívicas. Sobre esta base es que frecuentemente se asocian sexo y amor, se crean y mantienen vínculos sociales y afectivos, surgen patrones de identificación con grupos y subculturas, se sostiene la conciencia de la propia personalidad y el hecho de vivir cobra sentido. Muchas creencias confieren dimensión religiosa o espiritual al acto sexual (por ejemplo, Osho lo enaltece y la iglesia cristiana lo asocia en la mayoría de los casos con pecado), mientras otros ven en él una vía para mejorar o perder la salud mental, física y emocional, todo lo cual reconoce tácitamente la multiplicidad de factores que conforman la sexualidad. Obviamente, el sexo también se vincula con problemas, tales como homofobia, pedofilia, violencia contra la mujer, desigualdad sexual, prostitución, prejuicios, ataques religiosos, discriminación, etc. En la vinculación afectiva disfuncional se encuentran las relaciones de amor/odio, la violencia en la pareja, los miedos y la inseguridad, los celos y el control del otro. El erotismo da lugar a problemas tales como las disfunciones sexuales o las enfermedades de transmisión sexual. En cuanto a la problemática asociada con el instinto reproductor, destacan el descontrol de la natalidad, el machismo, la violencia, la pobreza creciente, el abuso y maltrato infantil o el abandono de los hijos. Estos problemas, entre otros, aumentan con el tiempo y con la sobrepoblación e inciden en áreas aparentemente ajenas al tema del sexo, como la seguridad, la justicia, el estrés colectivo, la publicidad, la religión, la legislación o el deterioro del planeta.

Los Derechos Sexuales Humanos incluyen el derecho a la libertad sexual, el derecho a la autonomía, integridad y seguridad sexuales del cuerpo, el derecho a la privacidad y equidad sexual, el derecho al placer sexual y a la expresión sexual emocional, el derecho a la libre asociación sexual con otra persona, a disponer del conocimiento científico pertinente, a tomar decisiones reproductivas libres y responsables, a la educación sexual integral y a la salud sexual, todo lo cual traza letra a letra la palabra RESPETO, la cual va mucho más allá que el hecho de ser tolerante con alguien de sexualidad distinta. En la medida que estos Derechos sean reconocidos, ejercidos y respetados, tendremos sociedades menos hipócritas y más sanas a nivel civil, moral, económico, físico, mental y sexual. Cuando la sexualidad requiere de la práctica frecuente de cierta conducta, se originan las parafilias. Muchas se dan de mutuo acuerdo entre adultos sin producir daño personal o social, por lo que no procede estigmatizar a quien vive y actúa de acuerdo a su preferencia sin perjudicar a otros, como sucede en la mayoría de los casos con la masturbación, la homosexualidad o la gerontofilia. ¿O es que no cuenta el daño humano ocasionado por quienes no las practican?.

En lo personal, sostengo que la persona que se define exclusivamente desde su sexualidad y fundamenta toda su vida y conducta social sobre ésta, desdeñando las otras áreas, facetas y valores de su existencia humana, se limita de manera irracional, se auto-discrimina y generalmente emite juicios de valor sin valor hacia quienes avalan o atacan la creencia o conducta sexual que usa para definirse a sí misma. Opino también que cualquier ser humano que juzgue o discrimine a otro por su sexo u orientación sexual, demuestra estar tristemente limitado por su escasez de miras, de información o de intelecto, vista la enorme complejidad del tema. Defiendo la lucha de las minorías por alcanzar igualdad legal en materia de derechos humanos, en tanto la persona no se excluya, dañe o irrespete a sí misma o a otras cuando actúa a favor de la causa que defiende. Siempre he encontrado de mal gusto el comportamiento de quienes ventilan su intimidad sexual o emocional de manera impositiva, exhibicionista o agresiva ante las demás personas, sean gay, feministas, heterosexuales, machos vernáculos o lo que sean, por la misma razón que muchos elogian la discreción a cualquier nivel. Y como me repugna el fanatismo de cualquier tipo, deploro el gran número de personas que parecieran estar definidas por un pene, una vulva o un trasero, un criterio o un punto de vista únicos, un ambiente social que excluye a los demás, una fe o creencia que ataca a todas las otras, un afán político o materialista que las priva de razón y de decencia. Con razón este pequeño planeta ya resulta insuficiente para una Humanidad que se multiplica exponencialmente, pero que también requiere crecer mental, afectiva y espiritualmente, sea cual sea la dirección que elija seguir cada célula humana, con tal que no dañe a sus semejantes ni al entorno común.

Escrito por: Gustavo Lobig