Hay algo innegable, y es que todos nacimos descaradamente
desnudos. ¿En qué momento nuestro cuerpo dejó de inspirar ternura para
convertirse en un instrumento «vergonzoso» que deba ocultarse? La explicación puede
ser tan amplia y antigua como la historia misma de la humanidad. Básicamente se
debe a una necesidad de preservación y abrigo. En las épocas prehistóricas el
clima era verdaderamente inhóspito y los primeros hombres comenzaron a protegerse
de los elementos cubriéndose con pieles de animales. La indumentaria fue
evolucionando a lo largo de los siglos y de las culturas, incluso ha llegado a convertirse
en un símbolo de poder para distinguirse entre los distintos grupos sociales. Es
perfectamente entendible que como parte de la evolución se haya sofisticado el
uso del vestido utilizando telas que se adapten mejor al tipo de clima, piel y
de actividad. Pero hay quienes lo usan para crear una imagen de superioridad:
reyes, monarcas, jueces, ministros de iglesias, etc. Por cierto, ¿alguien se
imagina al Papa actual vistiendo de jeans, zapatos de goma y manga corta?, no
lo creo, eso sería rebajarse al común de los humanos.
Ahora bien, es indudable el valor de las prendas
de vestir, ya que entre otras cosas ayuda a mantener la higiene personal. No me
veo sentándome en el sucio asiento del vagón del metro haciendo contacto
directo con las nalgas (más aún sabiendo que ya otros han hecho lo mismo), pero
sí cuestiono que sea un delito hacerlo. Nunca olvidaré que hace unos cuantos años,
a una amiga europea se le ocurrió hacer topless en una playa de mi país
(Venezuela); a los pocos minutos llegó un policía que quería meterla presa por
“actos públicos inmorales”. Mi amiga obviamente no entendía nada de lo que
estaba pasando, y me costó explicarle sobre la obtusa mentalidad de acá.
Como condicionamiento social, me parece
totalmente ridículo que tengamos que usar chaqueta y corbata para trabajar en
zonas tropicales con altas temperaturas -independientemente a que las oficinas
tengan aire acondicionado-. Es increíble que tengamos que acatar estos códigos
sociales en detrimento de nuestra comodidad. Todos sabemos lo incómodo que es
pasar un día completo con un pedazo de tela amarrado al cuello. Más allá de la
elegancia, en el fondo estás deseando que termine rápido la jornada para
quitarte ese disfraz que en mala hora adoptamos de países fríos.
Pero obviamente no podemos olvidar la
etiqueta: «vergonzoso», ¿de donde creen que se originó esta connotación?, pues
claro: de las religiones. ¿Qué más representativo que el dogmatismo religioso para
condenar, criminalizar, estigmatizar, señalar, etc.? No olvidemos que desde los
orígenes del cristianismo se ha considerado el cuerpo humano como pagano y
pecaminoso, y nuestros órganos sexuales como partes impuras. En este sentido,
¿cómo puede ser pecado algo que es imagen y semejanza de dios? Esta es una de
las infinitas contradicciones religiosas. Pero lo más insólito es que esta
creencia ha trascendido de forma tal que hemos llegado a criminalizar el
desnudo por considerarlo inmoral y fuera de las buenas costumbres, ¿cómo
demonios puede ser inmoral mostrar nuestra intimidad por completo? Quizá para
muchos conservadores esto sería impensable: el poder salir un día de casa a
comprar el periódico dejando que las pelotas se balanceen libremente (ellas
también tienen derecho a sentir la frescura de la mañana), o que las mujeres
puedan pasear sus mascotas por el parque con su hermoso pecho al descubierto y
en completa armonía con la naturaleza.
Ni hablar de Adam y Eva, que cuando son
representados en obras pictóricas aparecen con hojas de árbol cubriendo sus
partes íntimas -la verdad es que la imaginación humana a veces puede ser muy
pacata-. ¿Sería blasfemo dibujar a la Virgen María con su niño en brazos sin nada de
trapos encima y mostrando sus senos?, seguro que sí, ¿cierto? ¿Podríamos
imaginarnos a Jesucristo en la cruz sin su taparrabo de tela? (eso sería lo más
seguro, ya que luego de ser víctima de las vejaciones y de arrastrar la cruz
seguramente habría quedado totalmente desnudo), ¿hay algo de malo o indecoroso en
ello? Sé que muchos al leer esto se les puede estar revolviendo la bilis y es
entendible. Estos símbolos son “impolutos” y el sólo hecho de imaginarlos
desnudos sería un acto irreverente. Pero ese sentimiento es la mejor
demostración del condicionamiento dogmático que nos han inculcado. Esta visión
religiosa ha sido tan fuerte y arraigada en la sociedad occidental que hemos
desarrollado el pudor, lo cual no
sucede en tribus del África donde es usual mostrarse al natural. Aquí es al
contrario, si una mujer usa un escote prominente inmediatamente es catalogada de
puta, y si a un hombre se le marca el
pene a través del pantalón es un depravado
(ambos casos pecadores insignes). A propósito del pudor, recuerdo haberlo
sentido intensamente la primera vez que fui a una playa nudista. Eso fue hace
unos 10 años en Orient Beach en la isla
de Saint Marteen, me costó mucho deshacerme de mi traje de baño, pero una vez
vencido el miedo fue una de las experiencias más liberadoras que recuerde haber
vivido (si no lo han hecho se los recomiendo). Pero es precisamente el origen
de ese miedo lo que me interesa resaltar, y fue debido a mis creencias impuestas
desde niño sobre la desnudez, ¿les suena familiar?.
Pienso que el mayor de los daños que ha hecho
la religión sobre el desnudo humano es señalar nuestro cuerpo como algo
prohibido, y ya sabemos perfectamente como reaccionamos ante lo no permitido. Puesto
que las partes púdicas son “pecaminosas” y deben taparse, no le queda más
remedio al hombre y a la mujer que desarrollar la curiosidad de lo que hay ahí,
de cómo “lo” o “la” tendrá. No en vano la pornografía es el comercio más
fructífero en el mundo. En los casos más graves, esta estigmatización al
desnudo puede ocasionar muchas perversiones producto de la misma represión.
Todo es una cadena de eventos, ¿se imaginan un mundo donde sea permitido andar
por la calle sin ropa alguna sin temor a
ser señalado o arrestado? Tendría que pasar mucho tiempo para adaptarnos a esa
costumbre y se vea como “normal” lo que hoy es considerado como anormal.
Afortunadamente hay gente en el mundo que se
encarga de enaltecer la desnudez. Spencer Tunick considera que el desnudo es un
arte del cual no debemos avergonzarnos. Ya se ha hecho famoso retratando numerosos
grupos de personas en entornos urbanos, inclusive estuvo en Venezuela donde
logró una convocatoria bastante escasa, lo cual refleja nuestra mentalidad tan cerrada
(yo no participé en ese evento porque no tuvo mucha publicidad, pero no pienso
perderme esa experiencia la próxima vez). También es importante mencionar que
existen grupos de personas en algunos países hispanos como: España, Chile y
Argentina que practican el nudismo como un acto natural que forma parte de sus tradiciones.
Acostumbran bañarse juntos, comer y realizar actividades al aire libre sin
indumentarias molestosas, pero obviamente deben hacerlo en privado.
Mientras escribo este artículo estoy como
vine al mundo, decidí hacerlo para conectarme con el tema, pero me estoy dando
cuenta de que puede ser incómodo. El contacto directo de mi piel con la silla
de cuero hace que sude mucho y literalmente “las tengo sancochadas”. De verdad
reconozco la utilidad de unos buenos calzoncillos, pero esta sociedad no permite
que ni siquiera pueda salir a botar la basura a la calle exhibiéndolos –me
quedaré con las ganas de mostrar en público mis Dolce & Gabbana-.
En conclusión, como ser civilizado que soy me
he acostumbrado a usar ropa, me gusta exhibirla en fiestas y reuniones, y
algunas veces me hace sentir importante; pero no olvido que es mi cuerpo el que
oculto tras esa vestimenta y no siento vergüenza de él. Comparto los códigos de
comportamiento en sociedad, si no todo sería un caos, pero no comparto la
creencia de que mis partes íntimas sean un pecado. Mucho menos considero
indecente el nudismo, ya que la verdadera libertad no lleva velos impuestos y
la intimidad comienza por descubrirnos nosotros mismos.
Escrito por: Rafael Baralt