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domingo, 14 de septiembre de 2014

RED-LIGIÓN: Un AMÉN para salvar al mundo

Yo andaba paseando hace más de veinte años por Norteamérica, cuando escuché por primera vez hablar del internet. Estaba en una biblioteca pública esperando por el texto de Klimt pedido a la gorda antipática del mostrador, que no entendía mi inglés (ni yo el suyo) ni conocía al pintor, cuando un seminarista salvadoreño que me seguía en la fila de solicitantes pronunció la palabreja (inédita para mí) en tono de preocupada crítica, dirigiéndose al cura anciano que lo acompañaba. Mientras yo buscaba escuchar más sobre esa red interna, por si era un requisito para que la encargada ubicase y me diese el condenado libro, el sacerdote le respondió al angustiado joven algo como esto: “Hijo mío (al voltear vi que no se parecían), esa Torre de Babel con tanta gente comunicándose no tiene futuro, se caerá como la otra, la gente está acostumbrada a hablar cara a cara, por teléfono o por carta, y a ir a su misa. No hay que temer, los sacramentos se dan en persona y esa moda del internet no afectará lo que lleva siglos siendo”. Lo aseguró con la certeza de la ignorancia, siempre mala profeta, mientras yo recibía ¡por fin! mi Klimt sin entender nada del comentario anterior y olvidándolo hasta hoy.

Pero actualmente todos sabemos que la espiritualidad se pesca y se vende como nunca con las redes sociales. Son incontables los individuos, grupos y organizaciones que se la pasan debatiendo por computadora  acerca de si Jesucristo existió (o Dios, o el Diablo), o realizando búsquedas teológicas entre un mar de noticias personales y de asuntos mercantiles o adoctrinamientos políticos, o anunciando eventos religiosos u obras de caridad, o empleando esa vía de alcance masivo para fomentar los antiguos credos, fomentar sectas nuevas o atacar a los de creencias distintas a las suyas. Muchos discuten acerca de la moralidad que afecta al hecho de poder vivir tan informado, tan conectado con otras personas y opiniones, otros rezan por sus conocidos cuando leen lo que estos publican, o se indignan y los eliminan como amigos por ser unos herejes virtuales, y, como era de esperar, hasta el Papado fijó posición cuando vio lo que le venía encima. Hace unos años sugirió en su cuenta Pontifex que los sacerdotes deben aprovechar al máximo los recursos de la comunicación digital para el mejor servicio de la fe, y con iniciativas como el Movimiento Regnum Christi convirtió a las redes sociales en lugares para la evangelización y el adoctrinamiento, buscando seguramente crear una Tierra Santa Virtual.



Entretanto, las demás religiones también usan el internet para extender sus creencias, que a menudo son tentáculos bañados en sangre, o ven expuestos por ese medio, ante la opinión pública, sus cruentos excesos. ¿O es que en pleno siglo XXI los fanáticos no siguen vejando, oprimiendo, decapitando, lapidando, ahorcando, mutilando, violando, encarcelando, quemando vivo o matando de otras formas medievales a quien desafía a sus ruines intereses disfrazados de normas bondadosas, dogmas indiscutibles y elevadas metas espirituales? ¿Acaso no se limita o prohíbe el uso de internet en regímenes totalitarios o en naciones musulmanas como es el caso de Irán o de Turquía? La Web ha llevado a incontables oportunistas dentro y fuera de las iglesias a extender sus manos codiciosas hacia un mercado billonario, enguantando sus garras con el disfraz de blogs individuales o comunitarios, portales, sitios herméticos, organizaciones caritativas, grupos de admiradores de santos, líderes religiosos o movimientos apostólicos. Abundan los iluminados que defienden teorías místicas y evolutivas jaladas por los pelos, los espacios de reflexión o sermoneo personal, los lugares donde se discute sobre temas espirituales tan áridos como siempre, pero con más virulencia por ser debatidos desde la seguridad de una pantalla y del cobarde  anonimato.

Este artículo podría convertirse en una crónica sobre el uso religioso de las redes sociales y su influencia sobre el abaratamiento de los costos del apostolado presencial y del mantenimiento de los lugares tradicionales de culto, mientras fermentan los adoctrinamientos en el continente digital. Facebook y otros sitios acogen en plan mercantil a vivos y a muertos, permiten al usuario aceptar o eliminar contactos según su estatus de vida o sus creencias, y rebosan de anuncios que exhortan a rezarle a Dios, a la Virgen, al profeta o al santo X por tal o cual causa, o a contribuir con una acción caritativa por una causa justa, o a escribir “amén” para motivar al Cielo a salvar desde la vida de un pobre niño enfermo hasta la de un país en desgracia. Pero el punto que le interesa a Raguniano es conocer tu opinión acerca del tema. ¿Eres de quienes creen que escribir “amén” hará cambiar la realidad negativa propia o ajena por una mejor, o que hacerlo te convertirá en una persona más efectiva, compasiva y buena, o al menos contribuirá públicamente a mejorar tu imagen? ¿Te repugna toda esa manipulación masiva, o la encuentras útil y conveniente? ¿Cuál es tu conducta a la hora de pasar por un sitio religioso dentro del continente virtual? Por favor déjanos saber tu posición, pues ya quedó establecido que la red también sirve para hablar sobre estos temas, y verás debidamente valorados y difundidos tus comentarios y aportes en este espacio de libre pensamiento.


Escrito por: Gustavo Löbig


 (A esto es que hacemos referencia: a manipular, alienar y jugar con el miedo o la autoestima de las personas)

sábado, 26 de octubre de 2013

A lo mero macho religioso

"Por el buen orden de la familia humana, unos han de ser gobernados por otros más sabios que ellos; por ende, la mujer, más débil en cuanto a vigor de alma y fuerza corporal, está sujeta por naturaleza al hombre, en quien la razón predomina. El padre tiene que ser más amado que la madre y merece mayor respeto porque su participación en la concepción es activa y la de la madre simplemente pasiva y material."
San Agustín de Hipona
(Santo, Padre y Doctor de la Iglesia Católica)

Nos guste o no, pertenecemos a una sociedad donde es evidente el predominio del hombre sobre la mujer, aunque tengan los mismos derechos. El desequilibrio entre los géneros ha sido una cualidad tan común que se ha permeado en la crianza y educación formal, hasta formar parte de nuestras tradiciones y costumbres. Pero, ¿cómo se originó tal disparidad?, ¿qué hace que en la actualidad se siga viendo a la mujer como un ser inferior al hombre?, ¿por qué la mayoría de los hombres y mujeres toleran este desbalance social y cultural?

Más allá de las limitaciones de índole corporal, hay tareas que se han ajustado de acuerdo al sexo y condición física. No obstante, la importancia de cada actividad no debe medirse por el grado de fuerza requerida sino por su aporte a la sociedad. Es decir, no es menos importante tejer un abrigo que taladrar una acera. Si bien una actividad requiere de mayor fuerza física, ambas son importantes, necesarias e inclusive dependientes unas de otras.

Lamentablemente existen los extremos: el machismo –es su más básica acepción– es el conjunto de creencias, costumbres y actitudes que sostienen que el hombre es superior a la mujer en inteligencia, fuerza y capacidad. Por más ridículo que esto parezca, existen millones de individuos de ambos sexos que avalan y promueven esta retrógrada ideología. Ahora bien, no es menester de este artículo degradar las actitudes asociadas al machismo como la homofobia, heterosexismo, discriminación, sometimiento, maltrato a la mujer, violencia doméstica, etc. Ni tampoco aupar el feminismo, que a mi parecer es el extremo opuesto del machismo. Más bien, quisiera adentrarme en las posibles causas de esta conducta tan presente en nuestra cultura latina.

Precisamente, no es coincidencia que en los países con mayor arraigo religioso se ponga más en evidencia el comportamiento machista. Como bien decía el escritor peruano y Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, "es un problema muy arraigado en América Latina”. Remarcó, además, que el machismo se observa en buena parte del mundo, aunque en Latinoamérica se da con una mayor crudeza y brutalidad que en las sociedades más avanzadas donde se disimula mucho.

Entonces, ¿existe alguna relación entre religión y machismo en cualquiera de sus manifestaciones? La respuesta es SÍ, como era de esperarse. Hace unos meses acompañé a un amigo a una ceremonia judía en una sinagoga. Forzosamente tuve que usar el kipá para entrar al recinto lleno de varones. En los balcones laterales del lugar, apartadas, se encontraban las mujeres. La razón: las mujeres son impuras y deben mantenerse alejadas de los hombres en recintos sagrados. En el judaísmo las mujeres ultrarreligiosas deben cubrirse el pelo con peluca (cosa tan absurda) y ocultar sus piernas, no hace falta explicar las razones (son obvias). Por su parte, el islamismo tiene tradiciones que palpan lo sangriento como apedrear a los homosexuales y a las mujeres infieles (lo cual no sucede con los hombres «machos» que sí pueden tener varias mujeres). El Corán ordena claramente: Manteneos apartados de las mujeres durante la menstruación, y no os acerquéis a ellas hasta que queden limpias; y cuando queden limpias, id a ellas como Dios os ha ordenado(Sura 222). Pero el premio mayor –quizás porque nos toca más de cerca– se lo lleva la religión católica. Hasta hace muy poco (alrededor de los años 60/70) las mujeres no podían entrar a una iglesia sin velo para no incitar a los hombres y por respeto a dios. La participación de la mujer moderna en el seno de la iglesia es prácticamente nula, como siempre ha sido en la tradición eclesiástica. Ni siquiera son tomadas en cuenta en los cónclaves para elegir al Papa. Tampoco es de extrañar que no existan sacerdotes ni cardenales mujeres, ni ninguna con una posición de importancia en la toma de decisiones en el Vaticano (En este punto no nombro a símbolos como las santas, ya que estas fueron reconocidas después de muertas; o la Virgen María, cuyo “mérito” fue haber dado a luz –¿sin pecado concebida?– al “hombre” «hijo del mismo dios», quien nunca dejó instrucciones para que se construyeran templos en su nombre). Adicionalmente, existen muchas referencias machistas en la Biblia, por ejemplo:

“A la mujer dijo (Dios): Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolores darás a luz a los hijos, y tu deseo será para tu marido y él se enseñoreará de ti” Génesis 3:17

“Habla a los hijos de Israel y diles: La mujer cuando conciba y dé luz a un varón, será inmunda 7 días.... Y si diera luz a una niña, será inmunda dos semanas..." Levítico 12: 1-2

"Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos. Porque el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón, y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón."  Pedro 3:1

"Vuestras mujeres callen en las congregaciones; porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como también la ley lo dice”.  Corintios 14: 34-35

“Si resultase verdad que no se halló virginidad en la joven, entonces la sacaran y la apedrearan los hombres de la ciudad, y morirá..." Deuteronomio 22:21

Después de estas perlas bíblicas, escritas a lo mero macho, se puede explicar el éxito del machismo en nuestra cultura influenciada por el catolicismo. No abundan los creyentes de esta religión que cuestionen los preceptos de su libro sagrado; al contrario, aceptan o dan por sentado que el hombre predomina sobre la mujer, ya que es palabra de dios (por cierto, un dios hombre). Mientras estas religiones ortodoxas sigan influyendo de manera negativa en sus seguidores se hará más difícil acabar con el machismo. La buena noticia es que cada vez somos más los que abrimos los ojos y nos atrevemos a ver más allá de las creencias impuestas a través de los años. La senda del librepensamiento va ganando simpatizantes, pues los derechos y la auténtica igualdad entre las personas –sin importar su sexo o elección sexual– debería ser una premisa universal.


Escrito por: Rafael Baralt

sábado, 27 de abril de 2013

¿Santo yo?


Hace un año tuve una experiencia casi mística, de esas que te dejan en estado de introspección por días. Fue durante el velorio de Nico, un gran amigo. Salió un sábado por la noche a tomarse unos tragos. Tenía años en eso, ni siquiera los cuarenticinco eran impedimento para seguir en el bonche, las discotecas y cuanto lugar de moda existía dentro de la jungla nocturna caraqueña. Eso no lo hacía ni más ni menos bueno, simplemente él era así de enérgico. Esa noche salió del bar, rozaban las 2:00am. Tenía unos tragos, unos pocos, los suficientes como para manejar consciente. Se montó en su camioneta sin percatarse que era vigilado. Al cruzar por una de las avenidas rumbo a su casa fue interceptado para robarlo. Él, de forma instintiva, apretó el acelerador perdiendo el control y chocó contra un poste. Los malnacidos, al sentirse frustrados en el robo, le propinaron cuatro disparos y lo dejaron desangrarse con su cinturón de seguridad puesto. Ese fue un episodio más de nuestra usual crónica citadina. Algunos diarios publicaron una discreta reseña del suceso. Pero el hecho es que estaba allí, junto a su urna. Todos los amigos estábamos en la funeraria ese día. Sentía rabia y tristeza. Yo sabía que Nico no era católico, aun así le prepararon una típica ceremonia religiosa. Le di el pésame a cada miembro de su familia, a unos los conocía, a otro no; como esa señora de arrugas acentuadas que no dejaba de verme. Me agarró por un brazo y me dijo al oído: “él ahora descansa en paz, al lado de Dios. Porque él era un santo, ¿lo sabías? Nico era un santo”. Comenzaban los rezos y yo me adelanté para darle el último adiós a mi amigo. Lo vi a través del cristal. Parecía sereno, ciertamente en paz. En ese instante comprendí lo que quiso decir esa mujer desconocida, pero no porque Nico fuera en verdad un santo, sino porque era fácil percibirlo como tal.

El relato, tomado de una vivencia propia, me motivó para desarrollar este tema que venía revoloteando en mi cabeza. Un asunto tan obvio y cotidiano que pasa desapercibido por lo “normal”, a no ser por la carga de manipulación intrínseca. Ciertamente Nico fue una gran persona y el mejor de los amigos, de eso no cabe duda, pero no fue un santo en el sentido estricto de la palabra.

El término santo se utiliza con mucha ligereza en nuestro argot coloquial. Se le otorga a aquella persona que se considera muy buena, altruista y espiritual; ya sea en vida o después de fallecida. Si analizamos la palabra etimológicamente nos encontramos con los siguientes significados según la RAE:
  • Perfecto y libre de toda culpa.
  • En el mundo cristiano, se dice de la persona a quien la Iglesia declara tal, y manda que se le dé culto universalmente.
  • adj. Dicho de una cosa: Que está especialmente dedicada o consagrada a Dios o que es venerable por algún motivo de religión.
  • Santidad: Cualidad de santo.

Existe una evidente incongruencia entre el primer concepto “Perfecto y libre de toda culpa” y el segundo que es aquella persona que la iglesia declara como tal, pues incluiría a cualquier pecador. Hasta donde tengo entendido los únicos “santos” vivos son los Papas en ejercicio. De allí que se les diga “Su Santidad” o “Santo Padre” a modo honorífico como la máxima reverencia del mundo católico. En este punto cabe la siguiente pregunta: ¿tiene la mayor figura eclesiástica la condición de ser perfecto y libre de toda culpa? Claro está, la palabra “culpa” (un término altamente alienante creado en el contexto religioso) puede ser utilizada a conveniencia por los representantes de la iglesia. En lo particular, nunca hallé nada de santo en Su Ex Santidad Benedicto XVI; ni siquiera en el venerado Juan Pablo II, que poco después de muerto fue elevado a estatus de beato y próximamente canonizado, aunque ya era considerado así por muchos creyentes. En realidad, ningún Papa está libre de culpa, o de pecado (usando sus mismas expresiones). Entonces, por simple deducción, ningún individuo sería digno de ser llamado santo o santa.

Otra manera de conseguir que un mortal común califique para convertirse en beato es que se le imputen dones curativos después de muerto. En fin, la lista de santos es larga y va desde doctores, reyes, reinas, monjas, sacerdotes y hasta palomas (pero sólo la del espíritu santo, cualquier otra paloma sería impura) con poderes sobrenaturales de curación y salvación desde el templo celestial. Inclusive algunos políticos son catalogados por la misma gente con ese adjetivo, tal es el caso de “Santa Evita” o al más reciente Hugo Chávez, que no tardará en conseguir un sitial de honor al lado de la madre Teresa de Calcula. Es bueno recordar que la gente propone y la iglesia dispone. Si se llegaran a demostrar milagros atribuibles al líder de la revolución “bonita”, ténganlo por seguro que la petición para beatificarlo se haría más temprano que tarde. Fanáticos hay en todas partes, independientemente de sus tendencias políticas o nivel de ignorancia. En todo caso, queda a potestad de la Iglesia declarar santo a un político. Antes de tomar una decisión como esa analizarían muy bien los beneficios que obtendrían, ya que la iglesia también es una institución política con intereses propios.

El calificativo de santo no es de uso exclusivo para personas, también es aplicado a cosas tan ordinarias como: la santa biblia, santo grial, santa sede, semana santa, ciudad santa del vaticano; y pare de contar. Todo ello con el fin único de envolverlo en una aurora sagrada de bondad y divinidad absoluta. Mención aparte está la santería, que lleva implícito el nombre de los entes que son venerados en esa pseudo religión, o más bien secta.

El término en cuestión ha sido instaurado hábilmente en la psiquis de las personas. Es clara la influencia del catolicismo en la promoción de dicha palabra. La santidad pareciera ser un manojo de infinitas virtudes en alguien o en algo supuestamente tocado por dios. La iglesia católica se lo auto-adjudica para hacerse ver misericordiosa, asociando el significado positivo del adjetivo con religiosidad. Y no le quito razón, pues tienen que buscar formas de no perder adeptos, aunque lleven siglos intentando deslastrarse de todos los males que han causado a la humanidad.


Estoy seguro de que a Nico no le hubiese importado que le llamaran santo, creo que hasta se hubiese reído de ello. A él no le importaban tanto esas cosas como a mí, siempre buscándole las cinco patas al gato. Obviamente, preferiría ser recordado por mis buenas acciones, más que por las malas que haya hecho en vida. Ninguno está exento de maldad. Todos la tenemos en mayor o en menor grado. No califico para santo, no estoy ni cerca de serlo. Además, no comulgo con la hipocresía de quienes sí se lo creen. Es más sano aprender a convivir con nuestras virtudes y miserias y no pretender ser algo que no está en nuestra condición humana.

Escrito por: Rafael Baralt

viernes, 14 de diciembre de 2012

La MULA, el PAPA y el BUEY


Ay Santo Padre, Santo Padre, ¡cuántas metidas de pata llevamos hasta ahora! Las mías, como las suyas, vienen por hablar de más, pero al menos tengo la excusa de no ser infalible ni tampoco un teólogo eminente, como usted. Tampoco he presidido, como en su caso, la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, conocida en sus tiempos más ardientes como el Santo Oficio de la Inquisición, ni sus cardenales me tomarán en cuenta como candidato para encabezar después de usted a la exitosa transnacional conocida como Santa Iglesia Católica, que tiene a un 38% de la población mundial convertido en creyentes bautizados (aunque no todos sean practicantes) y más de 6.000 obispos que viven a todo lujo. El motivo que me dan para descartarme como su sucesor es que soy agnóstico y no cura. Sólo por ese pequeño detalle no soy papabile. Esto no es justo. Por ser honesto, sincero y objetivo con mis creencias, se me está privando de la oportunidad de contribuir a un mundo ideal como el que describió Lennon en su canción Imagine, sin fronteras ni religiones. Le aseguro que mis metidas de papa, perdón, de pata, Santo Padre, acabarían destruyendo a la iglesia católica más rápido que las suyas. Pero en el fondo creo que me hubiese dejado quemar antes que aceptar sustituirlo en su cargo, aunque la papa me encanta y el arte del Vaticano también. No me quedan bien las sotanas ni el poder. Por si las moscas, ya la CEP (Curia Electora de Papas) está hablando del cardenal hondureño Oscar Rodríguez como reemplazo suyo, así que cuidado con ese, que no es tan bueno como yo, y que sólo me supera en que no le importa vestirse de rojo, según la moda que ha venido uniformando a la mitad de mi país. Afortunadamente para usted, cada vez que mete la pata le salen defensores corriendo como bomberos para apagar un fuego que no debió prenderse (nostalgia por las hogueras inquisitoriales, supongo) y gritando: es que el Papa no quiso decir… mientras a mí más de uno me dejará aplastado como tapita de refresco en la calle cuando lea este post. Nada que hacer, reconozco el masoquismo como parte de mi mala costumbre de decir siempre lo que pienso.

Querido Ratzinger, mientras usted salta salpicando de un pantano a otro, la iglesia está en peligro: el poder del elitesco Opus Dei tan favorecido por Wojtyla sigue siendo enorme; usted desprecia las corrientes populares como la Teología de la Liberación, que frenó hace 25 años, pero éstas siguen creciendo junto con distintas sectas interesadas en lucrarse a costa de la ignorancia del pueblo. Hasta hay algunas que comercian con santos y otras con el diablo. Esos y otros hechos le están quitando muchos creyentes al catolicismo. ¿Ve que aunque no me quieran para Papa sí me importa la iglesia, y la defiendo, poniéndolo al corriente del peligro que representan quienes prometen hacer que uno pare de sufrir? Y lo hago porque Su Santidad me ha aclarado algo que no entendía: cuando usted condena a los homosexuales por ser una gente que perversamente se ha hecho a sí misma contra la Voluntad de Dios, enseña algo que yo creía imposible y que me lleva a admirar el poder gay. También ha dicho que el escándalo de los curas pederastas es un pecado del que la iglesia debe arrepentirse. Usted tapó muchos de esos casos por proteger a su organización, lo cual es muy humano viniendo del representante divino, pero reconocer el error es de sabios. Lamentablemente, cuando dice que “la destrucción psicológica de los niños (abusados) es un signo aterrador de los tiempos” vuelve a sacudirse la responsabilidad que ha tenido la iglesia en la construcción de esos mismos tiempos. Es obvio que, aunque la iglesia católica condene el divorcio, hay uno clarísimo entre ella y su forma de entender al mundo actual. Todos estos errores y otros que no menciono se asocian con un vivir fuera de la realidad, como le pasa a los locos, y la verdad es que con todo esto me siento dentro de un mundo gobernado por locos.

También Su infalible Santidad dijo públicamente en su viaje a África que el uso del preservativo "no es la mejor manera para combatir el SIDA, ya que es necesaria una humanización de la sexualidad" porque esa pandemia "no se combate sólo con dinero, ni con la distribución de preservativos, que, al contrario, aumentan el problema". La verdad, yo siempre uso condón, prefiero la excomunión a una infección de transmisión sexual. Al menos sé lo que una ITS supondría para mi cuerpo presente, pero no me consta nada acerca del posible infierno futuro. Usted ha sido categórico al afirmar que “el infierno existe y es eterno, y además no está vacío”. Lo cual anula toda posibilidad de un dios de amor y misericordia aunque, si me equivoqué al ser agnóstico y por eso me condeno, su palabra asegura que tendré compañía divertida para siempre. Pero ese punto de vista es comprensible viniendo de alguien que pasó fugazmente en su adolescencia por las Juventudes Hitlerianas. Y hablando de Alemania, en la Universidad de Ratisbona donde usted mi querido Santo Padre fue profesor de teología, a diferencia de mi padre biológico que nunca ha sido santo ni profesor de nada, Su Santidad usó la siguiente cita del emperador bizantino Manuel II: “Muéstrame aquello que Mahoma ha traído de nuevo, y encontrarás solamente cosas malvadas e inhumanas, como su directiva de difundir por medio de la espada la fe que él predicaba”. Todos sabemos que la espada cristiana también sirvió de forma sangrienta a la evangelización, incluso desde antes que los dominicos usaran la hoguera, pero su desafortunada cita molestó a la numerosa población mundial musulmana, y usted tuvo que borrar el desliz con una breve oración dirigida hacia La Meca en su posterior visita a Turquía. ¡Bien por esa nueva rectificación del error! Si estoy equivocado en todo esto, yo también miraré hacia Roma y hasta iré a la Ciudad Santa a disculparme, si usted quiere. Aprovecharé el viaje para averiguar por qué se emplea tanto la palabra “santo” cuando se habla de usted, de la iglesia y de todo lo que le concierne, y para invitarle a considerar su retiro a tiempo. 



Volviendo a esos errores humanos, son comprensibles viniendo de alguien con su historia. Pero lo que sí me hiere profundamente y me cuesta perdonar es que en su reciente libro sobre La Infancia de Jesús, Su Santidad quite del pesebre a la mula y al buey, afirmando que esos pobres animales nunca estuvieron presentes en el nacimiento del niño más famoso del mundo. No me basta con que diga allí que la estrella de Belén fue una supernova, yo no tengo una ni soy astrónomo, pero sí tuve que regalarle hace poco a mi madre un nacimiento con mula y buey que me costó unos buenos reales. Para más pecado, incluye un pastor alemán y un elefante entre tanta oveja y camello. A pesar de que soy agnóstico, mi madre es mi madre y aunque sea católica, la amo. Ella me explicó que montar el pesebre es una tradición social que ha trascendido más allá de la religión, desde que Francisco de Asís inventó el primero por el año 1223. También me dijo que ese gran hombre defendió a los animales, viéndolos como los hermanitos menores de una humanidad supuestamente racional. Si la iglesia decidió hacer santo a Francisco, que respete sus aportes y entonces hacemos un trato: como artista que soy y niño que fui, me gusta la tradicional iconografía del belén montado con su mula y su buey. Si los deja tranquilos, puede quitar el ángel, ¿trato hecho? Piense que Lucas y Mateo sólo pudieron oír la historia del pesebre de labios de María, la única que también pudo contar lo que ese mismo ángel le dijo acerca de su Anunciación. ¿Por qué la virgen diría la verdad sobre ésta y mentiría acerca de los animales que estaban en el lugar donde parió sin perder la virginidad? Usted no estuvo ahí, ella sí. Así que no asegure con tanta firmeza que “en el portal no había esos animales”. Me solidarizo con ellos, como otro Francisco. Y si en vez de agnóstico yo fuese ateo e hiciera un nacimiento, claro que los pondría dentro de éste. Sólo a la mula y al buey, claro, a nadie más. Pero siendo agnóstico, puedo colocar a quien quiera, hasta al perro alemán. O a un Niño Jesús negrito. O incluso metería la paloma. ¿Por qué no? Es mi pesebre.

Por otra parte, ¿qué hacemos con la diversidad étnica de los Tres Reyes Magos, con sus turbantes orientales y túnicas bordadas en oro? También pagué por ellos cuando compré el belén para mi madre. Usted en su visita a Barcelona denunció “un secularismo fuerte y agresivo como el de los años 30 e instó a reevangelizar a España. Tal vez por eso, mi querido Benedicto,   usted afirmó también que Melchor, Gaspar y Baltasar procedían de Tarsis, un lugar que los historiadores ubican entre Huelva, Cádiz y Sevilla. Es decir, que los Reyes Magos fueron andaluces. Vestidos como sabios moros, a la moda de la época. Pero ese reconocimiento no basta para reevangelizar a un país ni para consolar a una de las regiones de España más golpeadas por la actual penuria económica y educativa, casi tan mala como la de Venezuela hoy, así que me solidarizo con el andaluz que declaró hace poco en un diario español:En plena crisis, sin paga de Navidad, y ahora nos vacían el Portal”. Por todo lo dicho, mi querido y falible Santo Padre, le invitó a desdecirse como ya lo ha tenido que hacer en otras ocasiones y a dejar tranquilos a la mulita y al pequeño buey. Como sea, sólo asoman el hocico una vez al año, y además son animales estériles, aunque se hayan multiplicado a través de tantos pesebres y siglos, lo cual es un milagro. No me quite mi poquita fe en los milagros, Santo Padre, por favor. No olvide que, según usted, lo que me espera en la eternidad no es bueno. Tenga compasión. Mire que casi es Navidad. Gracias.

Escrito por: Gustavo Löbig

viernes, 23 de noviembre de 2012

El absurdo pecado de la desnudez


Hay algo innegable, y es que todos nacimos descaradamente desnudos. ¿En qué momento nuestro cuerpo dejó de inspirar ternura para convertirse en un instrumento «vergonzoso» que deba ocultarse? La explicación puede ser tan amplia y antigua como la historia misma de la humanidad. Básicamente se debe a una necesidad de preservación y abrigo. En las épocas prehistóricas el clima era verdaderamente inhóspito y los primeros hombres comenzaron a protegerse de los elementos cubriéndose con pieles de animales. La indumentaria fue evolucionando a lo largo de los siglos y de las culturas, incluso ha llegado a convertirse en un símbolo de poder para distinguirse entre los distintos grupos sociales. Es perfectamente entendible que como parte de la evolución se haya sofisticado el uso del vestido utilizando telas que se adapten mejor al tipo de clima, piel y de actividad. Pero hay quienes lo usan para crear una imagen de superioridad: reyes, monarcas, jueces, ministros de iglesias, etc. Por cierto, ¿alguien se imagina al Papa actual vistiendo de jeans, zapatos de goma y manga corta?, no lo creo, eso sería rebajarse al común de los humanos.

Ahora bien, es indudable el valor de las prendas de vestir, ya que entre otras cosas ayuda a mantener la higiene personal. No me veo sentándome en el sucio asiento del vagón del metro haciendo contacto directo con las nalgas (más aún sabiendo que ya otros han hecho lo mismo), pero sí cuestiono que sea un delito hacerlo. Nunca olvidaré que hace unos cuantos años, a una amiga europea se le ocurrió hacer topless en una playa de mi país (Venezuela); a los pocos minutos llegó un policía que quería meterla presa por “actos públicos inmorales”. Mi amiga obviamente no entendía nada de lo que estaba pasando, y me costó explicarle sobre la obtusa mentalidad de acá.

Como condicionamiento social, me parece totalmente ridículo que tengamos que usar chaqueta y corbata para trabajar en zonas tropicales con altas temperaturas -independientemente a que las oficinas tengan aire acondicionado-. Es increíble que tengamos que acatar estos códigos sociales en detrimento de nuestra comodidad. Todos sabemos lo incómodo que es pasar un día completo con un pedazo de tela amarrado al cuello. Más allá de la elegancia, en el fondo estás deseando que termine rápido la jornada para quitarte ese disfraz que en mala hora adoptamos de países fríos.

Pero obviamente no podemos olvidar la etiqueta: «vergonzoso», ¿de donde creen que se originó esta connotación?, pues claro: de las religiones. ¿Qué más representativo que el dogmatismo religioso para condenar, criminalizar, estigmatizar, señalar, etc.? No olvidemos que desde los orígenes del cristianismo se ha considerado el cuerpo humano como pagano y pecaminoso, y nuestros órganos sexuales como partes impuras. En este sentido, ¿cómo puede ser pecado algo que es imagen y semejanza de dios? Esta es una de las infinitas contradicciones religiosas. Pero lo más insólito es que esta creencia ha trascendido de forma tal que hemos llegado a criminalizar el desnudo por considerarlo inmoral y fuera de las buenas costumbres, ¿cómo demonios puede ser inmoral mostrar nuestra intimidad por completo? Quizá para muchos conservadores esto sería impensable: el poder salir un día de casa a comprar el periódico dejando que las pelotas se balanceen libremente (ellas también tienen derecho a sentir la frescura de la mañana), o que las mujeres puedan pasear sus mascotas por el parque con su hermoso pecho al descubierto y en completa armonía con la naturaleza.

Ni hablar de Adam y Eva, que cuando son representados en obras pictóricas aparecen con hojas de árbol cubriendo sus partes íntimas -la verdad es que la imaginación humana a veces puede ser muy pacata-. ¿Sería blasfemo dibujar a la Virgen María con su niño en brazos sin nada de trapos encima y mostrando sus senos?, seguro que sí, ¿cierto? ¿Podríamos imaginarnos a Jesucristo en la cruz sin su taparrabo de tela? (eso sería lo más seguro, ya que luego de ser víctima de las vejaciones y de arrastrar la cruz seguramente habría quedado totalmente desnudo), ¿hay algo de malo o indecoroso en ello? Sé que muchos al leer esto se les puede estar revolviendo la bilis y es entendible. Estos símbolos son “impolutos” y el sólo hecho de imaginarlos desnudos sería un acto irreverente. Pero ese sentimiento es la mejor demostración del condicionamiento dogmático que nos han inculcado. Esta visión religiosa ha sido tan fuerte y arraigada en la sociedad occidental que hemos desarrollado el pudor, lo cual no sucede en tribus del África donde es usual mostrarse al natural. Aquí es al contrario, si una mujer usa un escote prominente inmediatamente es catalogada de puta, y si a un hombre se le marca el pene a través del pantalón es un depravado (ambos casos pecadores insignes). A propósito del pudor, recuerdo haberlo sentido intensamente la primera vez que fui a una playa nudista. Eso fue hace unos 10 años en Orient Beach en la isla de Saint Marteen, me costó mucho deshacerme de mi traje de baño, pero una vez vencido el miedo fue una de las experiencias más liberadoras que recuerde haber vivido (si no lo han hecho se los recomiendo). Pero es precisamente el origen de ese miedo lo que me interesa resaltar, y fue debido a mis creencias impuestas desde niño sobre la desnudez, ¿les suena familiar?.


Pienso que el mayor de los daños que ha hecho la religión sobre el desnudo humano es señalar nuestro cuerpo como algo prohibido, y ya sabemos perfectamente como reaccionamos ante lo no permitido. Puesto que las partes púdicas son “pecaminosas” y deben taparse, no le queda más remedio al hombre y a la mujer que desarrollar la curiosidad de lo que hay ahí, de cómo “lo” o “la” tendrá. No en vano la pornografía es el comercio más fructífero en el mundo. En los casos más graves, esta estigmatización al desnudo puede ocasionar muchas perversiones producto de la misma represión. Todo es una cadena de eventos, ¿se imaginan un mundo donde sea permitido andar por la calle sin ropa alguna  sin temor a ser señalado o arrestado? Tendría que pasar mucho tiempo para adaptarnos a esa costumbre y se vea como “normal” lo que hoy es considerado como anormal.

Afortunadamente hay gente en el mundo que se encarga de enaltecer la desnudez. Spencer Tunick considera que el desnudo es un arte del cual no debemos avergonzarnos. Ya se ha hecho famoso retratando numerosos grupos de personas en entornos urbanos, inclusive estuvo en Venezuela donde logró una convocatoria bastante escasa, lo cual refleja nuestra mentalidad tan cerrada (yo no participé en ese evento porque no tuvo mucha publicidad, pero no pienso perderme esa experiencia la próxima vez). También es importante mencionar que existen grupos de personas en algunos países hispanos como: España, Chile y Argentina que practican el nudismo como un acto natural que forma parte de sus tradiciones. Acostumbran bañarse juntos, comer y realizar actividades al aire libre sin indumentarias molestosas, pero obviamente deben hacerlo en privado.


Mientras escribo este artículo estoy como vine al mundo, decidí hacerlo para conectarme con el tema, pero me estoy dando cuenta de que puede ser incómodo. El contacto directo de mi piel con la silla de cuero hace que sude mucho y literalmente “las tengo sancochadas”. De verdad reconozco la utilidad de unos buenos calzoncillos, pero esta sociedad no permite que ni siquiera pueda salir a botar la basura a la calle exhibiéndolos –me quedaré con las ganas de mostrar en público mis Dolce & Gabbana-.

En conclusión, como ser civilizado que soy me he acostumbrado a usar ropa, me gusta exhibirla en fiestas y reuniones, y algunas veces me hace sentir importante; pero no olvido que es mi cuerpo el que oculto tras esa vestimenta y no siento vergüenza de él. Comparto los códigos de comportamiento en sociedad, si no todo sería un caos, pero no comparto la creencia de que mis partes íntimas sean un pecado. Mucho menos considero indecente el nudismo, ya que la verdadera libertad no lleva velos impuestos y la intimidad comienza por descubrirnos nosotros mismos.

Escrito por: Rafael Baralt

viernes, 5 de octubre de 2012

De dioses y otros seres alienígenas


¿Estamos solos en el universo? Ésta es la pregunta que muchos de nosotros nos hemos hecho alguna vez. En nuestro interior se siente una extraña sensación de miedo, disfrazada de morbosa fascinación, al imaginar que pueda existir vida inteligente fuera de nuestra esfera terrestre. ¿Cómo serían esos seres?, ¿qué aspecto tendrían?; y sobre todo, ¿cómo sería su reacción al descubrirnos a nosotros? Ante estas interrogantes se abre una gama de posibilidades donde la ciencia y la religión han fijado posición, mientras que los puntos discordantes de estos extremos caen frecuentemente en el campo de la superstición. ¿Qué pasaría con la figura de dios si se descubre vida inteligente en otros planetas?, ¿sería “nuestro” dios el mismo creador de esas criaturas interestelares? En todo caso, vale la pena repasar brevemente lo que mantienen ambas posiciones sobre este tema tantas veces debatido por filósofos, teístas y no creyentes.
 
La comunidad científica mantiene una postura reservada sobre el tema, ya que aún no se cuenta con evidencia conclusiva sobre vida en otros planetas. Hasta ahora lo único que se tiene es una pequeña muestra de la superficie de Marte con lo que parecen ser microorganismos fosilizados. Algunos astrónomos e investigadores sostienen que la vida extraterrestre es factible debido a que nuestra galaxia es apenas una entre billones en el universo; y si todo proviene de un mismo evento (el Big Bang), entonces existe la probabilidad de que otras formas de vida a años luz de la nuestra se hayan podido desarrollar bajo distintas condiciones cósmicas. El proyecto SETI (Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre), que en un inicio fue patrocinado por la NASA, tiene como misión el rastreo de los cielos con el fin de encontrar vida extraterrestre inteligente; hasta ahora sin resultados positivos. 
 
Por otra parte, las religiones más importantes muestran serias contradicciones respecto al tema. Por ejemplo, la musulmana contempla en uno de los pasajes del Corán: “Y entre sus señales está la creación de los cielos y la Tierra y las criaturas vivas que Él ha esparcido a través de ellos”; con esto se “defiende” ante una eventual aparición de vida inteligente extraterrestre, pero no dice cómo deberían actuar sus seguidores si la Tierra fuese objeto de colonización o ataques por parte de esos entes creados por el mismo dios, ¿con qué intención Alá esparciría la vida en el cosmos para luego ver como se destruyen entre ellos? Igual pasaría con los judíos, ¿aceptarían a un mesías con una morfología de reptil aunque porte Kipá? Los hindúes y budistas parecieran tener una posición algo más flexible debido a sus particulares preceptos sobre dios y el cosmos; sin embargo, sería interesante conocer su nivel de apertura si recibiéramos la visita de un alien con aspecto similar al de una iguana caminando en dos patas, descendiendo de una nave interestelar y proclamando ser el representante de dios en el universo. Los cristianos la tienen algo difícil, ya que ellos sostienen que Jesús fue el único hijo de dios, hecho a su imagen y semejanza, lo cual le confiere a la humanidad una condición de predilección frente a cualquier otro ser viviente y con inteligencia en el universo; ante esa aseveración considero que el cristianismo quedaría muy mal parado si descubriéramos seres con inteligencia superior a la nuestra, ¿qué sentido tendría que dios escogiera a la raza humana como favorita desdeñando a otras más avanzadas en todos los sentidos? Por su parte, los católicos argumentan que en los documentos del Concilio Vaticano II (Lumen Gentium), la iglesia abrió una muy pequeña posibilidad: que cuando se habla de la salvación en Jesucristo, no se remite únicamente a la vida en la Tierra, sino a la posibilidad de vida en cualquier parte del universo, lo cual indica que la iglesia “nunca ha descartado que sea posible la vida (humanoide) en el resto del universo”; en otras palabras, según el catolicismo no existe contradicción puesto que dios creó el universo entero. Ésta es la posición oficial de la iglesia, pero obviamente también se cae por sí sola si aparecieran seres no humanoides con inteligencia superior (por cierto que aquí se aprecia una cierta arrogancia al intentar colocar al hombre como el centro del universo y hecho a semejanza de un único creador). Para los católicos también cabría el siguiente planteamiento: sabiendo que ese dios envió a su mesías hace 2000 años a la Tierra y suponiendo que existiese vida inteligente en algún lugar del espacio sideral, ¿habría hecho lo mismo en otros planetas?, es decir, ¿enviaría al mismo u otros mesías a esos recónditos lugares del universo?, ¿dónde quedaría nuestra exclusividad como raza humana privilegiada en la Tierra?, ¿quiere decir entonces que la figura de dios es necesariamente humanoide?
 
Más allá de estos hipotéticos escenarios sobre acontecimientos que quizá nunca sucedan se encuentran los eventos que ciertamente encajan dentro de la índole especulativa y supersticiosa. Así pues, están los cientos de avistamientos de objetos voladores no identificados surcando los cielos terrestres; inclusive se especula que ya hemos sido visitados por criaturas con tecnología de avanzada para la época capaz de mover grandes rocas por el desierto egipcio para construir las pirámides; o pinturas rupestres con lo que parecen ser extrañas naves sobre el cielo paleolítico; o las famosas líneas de Nazca en Perú que sólo pueden ser apreciadas desde el aire como si con ellas se quisiera transmitir algún tipo de mensaje a visitantes de otros mundos; el sonado caso Roswell que se presume cuenta con evidencias de restos de un OVNI con todo y tripulantes. Algunos hasta aseguran haber sido víctimas de abducciones a naves espaciales donde se les han realizado experimentos e implantado chips; imposible dejar de nombrar a los reptilianos (reptiles humanoides) que supuestamente se originaron como la evolución de una raza inteligente en nuestro planeta simultáneamente con la humanidad pero de origen extraterrestre y que actualmente conviven con nosotros. Obviamente, ninguna de estas especulaciones ha podido ser demostrada científicamente, por lo que no constituyen evidencias probatorias de vida extraterrestre.
 
Lo que sí se puede concluir es que la posible aparición de seres inteligentes no humanos provenientes del inmenso espectro astral sería algo realmente aniquilador para las religiones. Absolutamente todas tendrían que reacomodar, como lo han hecho en el pasado, sus pasajes bíblicos forzando los mismos para darles nuevas interpretaciones que contemplen tales eventos: “en verdad dios quiso decir que (…)”. Una vez más la Biblia y demás libros sagrados quedarían relegados al lugar que les corresponde dentro del mundo de la fantasía creada por el hombre de la antigüedad. Pero imaginemos por un momento que realmente existe un único creador del universo, un dios superpoderoso que esparció la semilla de la vida en varios planetas; supongamos además que al igual que lo hizo en la Tierra transmitió su “palabra” a esos seres extraterrestres de la misma manera. A su vez, conociendo que la evolución de las especies depende de las condiciones del medio ambiente, entonces en algún planeta del vasto universo, quizá a millones de años luz, se repetiría la historia de un tal ‘Adán’ alienígena de piel escamosa color verde brillante, con tres grandes ojos y largos tentáculos como brazos; en un ‘Edén’ con dos imponentes lunas y lagos de mercurio líquido que proyectan su reflejo en frondosos árboles con hojas semejantes a paneles solares; donde habita una ‘serpiente’ con seis patas ponzoñosas que habla un extraño dialecto extraterrestre y tienta con una resplandeciente ‘manzana’ que como kriptonita seduce a una tal ‘Eva’ alienígena -quien salió de la costilla del verde Adán- que luce una larga cabellera de gruesas hebras metalizadas y sensuales pestañas en su tercer ojo del mismo material ferroso; ésta sucumbe ante la tentación de la fruta fosforescente propinando un placentero mordisco con sus filosos colmillos de plutonio esparciendo con su atrevimiento el ‘pecado original’ en todo aquel entorno cósmico.
 
Finalmente, si para el catolicismo somos “imagen y semejanza de dios”, lo cual le concede un aspecto humanoide a ese creador, ¿será entonces que existen muchos dioses con distintos aspectos comandando los destinos en otras galaxias?, ¿será que sólo hay un dios pero muy distinto al que nos han pintado las religiones?, ¿será que no existe ningún dios y que toda forma de vida en el universo es producto de un azaroso accidente químico-cósmico? Al fin y al cabo tanto dios como alienígenas inteligentes seguirán siendo un gran misterio hasta que existan pruebas contundentes de su existencia, y esa incuestionable verdad sólo aumenta mi evidente agnosticismo.
 
Escrito por: Rafael Baralt

jueves, 30 de agosto de 2012

¿Dos mil años de farsa?


A pesar de la poderosa realidad  económica y política de una iglesia que no fue fundada por Jesucristo, tan apegado según los evangelios a las tradiciones judías, existen dudas acerca de su existencia como personaje histórico. Eso viene de que su ministerio público se sitúa en un lugar culturalmente atrasado y de segundo orden dentro del  Imperio Romano, donde no quedó registro de su vida ni de su muerte, pero que abundó en  profetas, mesías, rebeldes y crucifixiones. Es un hecho que si Constantino no hubiese escogido la fe del cristianismo primitivo entre varias posibilidades, para unir y controlar mejor a las variadas poblaciones bajo su dominio, otra sería la historia del mundo. Plinio el Menor y Luciano de Samosata citan a la secta de los cristianos, que vivían de acuerdo a las leyes de un tal Jesús y se caracterizaban por creerse inmortales y despreciar los bienes materiales. Reposa en el Museo Británico la carta de cierto Mara-Bar a su hijo, escrita más de 70 años D.C., donde habla de un Jesús Rey de Israel, que siguió viviendo en las enseñanzas de sus seguidores. Y hay muy poco más que sirva de base histórica a la existencia de Jesucristo. La evidencia más sólida se basa en la cantidad de mártires que murieron por su fe, pues es sabido que nadie daría su vida por una mentira. Pero también se sabe que la manipulación de la inocencia y de la ignorancia crea mártires de la fe, sean judíos, cristianos o musulmanes. La tradición y el poder de la iglesia han legitimado la existencia de Jesús Hijo de Dios durante dos mil años. Pero hay quienes apoyan la tesis de que Jesucristo no existió, señalando que su nombre aparece registrado por primera vez casi un siglo después de su supuesto nacimiento, debido a las persecuciones de la secta cristiana. Ni Filón, ni Plutarco, ni Séneca hablan de él o de sus apóstoles, que sólo viven en documentos eclesiásticos. Los únicos autores antiguos profanos que han hablado brevemente de Cristo, bastante después del Año Uno, fueron Josefo y Tácito, muchas de cuyas líneas han sido falsificadas; y Suetonio y Plinio, que entran en pugna sobre el tema. Ninguno de los personajes  que debieron tener tratos con Jesús, como Pilatos, Hanán, Caifás, etc, dejó rastro en su historia de estas relaciones. Los únicos testimonios que tratan abundantemente sobre la vida y obra de Jesucristo son los evangelios, que datan de los siglos III y IV D.C. y no son prueba firme de la existencia de Jesús, por estar plagados de diferencias y omisiones y haber pasado por infinidad de traducciones, censuras, filtros y adaptaciones, lo que descarta el que puedan ser aceptados literalmente. También cabe recordar que varios personajes míticos similares a Jesús lo han precedido históricamente en otras culturas: Vishnú, Krishna, Buda, Mitra, Horus, Baco; y que algunos generaron ritos y creencias adoptados por los primeros judeocristianos, ansiosos de contar con una identidad propia y ganar prosélitos  entre los seguidores de esos otros cultos. Finalmente, todo escrito, como todo arte, es hijo de su época, y el contexto cristiano primitivo dista mucho más de dos mil años de nuestra realidad presente.

Pero el punto no es si Jesucristo vivió y murió, o si su cuerpo resucitado vive en algún lugar del Universo, ya que hoy en día evidentemente no existe fuera del creyente y de la iglesia que lo usa como emblema para validarse a sí misma. El punto es que su legado no extirpó la raíz del mal en la Humanidad, sino que fue utilizado por la adicción al poder para añadirle más sangre a la historia, aunque indiscutiblemente también abrió una senda de amor que ha servido para que los depredadores del prójimo, así como sus víctimas, pudieran ver otras opciones de vida y de conducta fuera del mal y el sufrimiento. Está fuera de discusión la incongruencia entre la rica y poderosa iglesia católica y el meollo del mensaje cristiano, ajeno a todo boato y poder temporal. También es claro que la mayoría de los creyentes son no-practicantes, nacidos de la costumbre, el aprendizaje o la conveniencia pero poco dados a seguir el ejemplo de Jesús. Y es lógico que sea así, pues ¿quién puede imitar a Supermán? Porque de esa manera podría llamarse también al Hijo de Dios, nacido perfecto y sobrehumano en comparación a cualquier hijo de una no virgen. Yendo más allá, cabe preguntarse: ¿fue Jesús, aparte de predicador del amor y el perdón, un hombre de moral amplia, inclinado a frecuentar fariseos y prostitutas por sentirse aburrido del bajo nivel cultural de sus toscos y sencillos apóstoles? ¿Perdería credibilidad de haber sido hermano de Santiago, o hijo carnal de José o de un soldado romano, como sostienen algunos? ¿Seguiría siendo aceptable su discurso, si hubiese tenido sexo o hijos con María Magdalena? ¿O si hubiese sido amante de Juan el discípulo amado? ¿No son éstas algunas posibilidades muy humanas, propias del llamado Hijo del Hombre, ya que las mismas no invalidan su mensaje de amor y de solidaridad, excepto para las mentes inferiores, siempre hipócritas, cerradas o mezquinas? ¿Hay que ser el Hijo único de Dios para resultar creíble? Entonces, ninguno de nosotros puede expresar la verdad. Es un alivio para mí poder verter aquí, ya adulto, estas inquietudes, porque cuando tenía ocho años, durante mi preparación para hacer la Primera Comunión, pregunté al cura si Jesús también tenía pipí y hacía pupú, lo que me valió un fuerte coscorrón, la fama de estar poseído, y todo un mes asustado y durmiendo mal, esperando al diablo y sin derecho a confesión ni comunión. Creo que así nació mi temprano agnosticismo, probándose lo de “no hay mal que por bien no venga”.

En los evangelios cristianos la sexualidad de Jesús grita alto precisamente porque jamás se la menciona, pero algunos hechos referidos en esos textos dan a pensar que pudo ser homosexual, mientras otros muestran que siempre actuó como un líder absolutamente masculino, consciente de su atractivo carisma sobre las multitudes. Alejandro Magno usó estratégicamente su apostura y su homosexualidad haciendo marketing político, lo que le valió conquistar el mundo conocido en su época. El poder material, político y social de la iglesia católica viene de su dominio del marketing religioso, que también la ha llevado a dominar gran parte del mundo durante siglos, y que sólo le ha fallado ocasionalmente en tiempos modernos, como cuando se revela homofóbica, o es contraria al sexo fuera del matrimonio, o prohíbe el uso del condón, sin olvidar los escándalos sexuales entre sus representantes y seguidores, lo que evidencia su debilidad en el manejo del tema sexo-pecado-culpa. Pero hay que aceptar que la iglesia es lo que es. Más que las incongruencias de esa institución típicamente humana, importan las que logramos reconocer internamente cada uno de nosotros, porque en la medida que las hacemos conscientes, podemos superarlas y ganar en autenticidad. Por eso concluyo invitándote a conocerte más, abriendo tu mente y reflexionando sobre estos supuestos: ¿rechazarías a Jesucristo y a su mensaje en caso de haber sido gay, o pareja sexual de María de Magdala o de otra mujer, o porque su madre no fue virgen antes o después de traerlo al mundo? Abundan quienes están tan acostumbrados a un Jesús asexual que asocian esta alternativa con bondad, pureza o santidad, y se esfuerzan por imitarla, aunque en otras instancias de la vida procedan de manera netamente injusta o dañina hacia sí o hacia otros. De tales prejuicios nacen muchas discriminaciones, ataques y neurosis, juicios de valor, culpa, injusticias, máscaras hipócritas e incluso fanatismo. Sincerar este punto aunque suponga irreverencia, es apoyar el propósito cristiano de servir al prójimo y también el de este blog, apto para librepensadores y abierto a todo comentario o aporte constructivo.

Escrito por: Gustavo Löbig

miércoles, 30 de mayo de 2012

La paradoja de la Clonación Humana

Hace poco leí en una revista que todos tenemos un clon en alguna parte del mundo. Obviamente ese “clon” no es tal, sino otra persona muy parecida físicamente a cada uno de nosotros, tanto así que parecemos dos gotas de agua. La razón es netamente probabilística dada la población mundial. Para quienes no tenemos hermanos gemelos idénticos eso sería una gran novedad, el que vayas caminando un día por la calle y de súbito te encuentres con alguien con características físicas sorprendentemente similares a las tuyas. A mí nunca me ha sucedido, y estoy seguro que a muchos de Uds. tampoco; por lo que pongo en el cesto de los mitos esa idea. Aún así, me he preguntado ¿cómo sería mi reacción si me lo encontrara repentinamente de frente? Hay una extraña fascinación en ello que algún día descubriré, aunque pienso que tiene mucho que ver con algo de vanidad.


Hablar de clonación abarca distintos ámbitos, pero antes es importante recordar su definición. “Clonación: hacer clones; Clon: conjunto de células u organismos genéticamente idénticos, originado por reproducción asexual a partir de una única célula u organismo o por división artificial de estados embrionarios iniciales” (RAE).  Es así como la clonación es aplicable a prácticamente todos los seres vivos o no, tanto del reino vegetal como animal. Dentro de este último se han realizado experimentos con cierto éxito al manipular genéticamente embriones para reproducir animales en peligro de extinción, lo mismo se piensa hacer con animales ya extintos. Algunos experimentos de clonación se han paseado por la replicación de tejidos humanos a partir de células madre, hasta finalmente llegar a la posibilidad de clonar a un ser humano completo. Y no se trata de ciencia ficción, ya se han realizado investigaciones al respecto, y aunque se ha avanzado mucho no se ha perfeccionado esta técnica aún, ni siquiera en animales. Pero es el mismo hombre, en nombre de la ética, quien ha decidido no seguir adelante con este desarrollo.

El detalle con la intervención de la ética y la moral en este asunto es que no siempre está libre de prejuicios dogmáticos, y como ya se sabe que la religión y la ciencia van por caminos opuestos es obvio que los líderes religiosos quieran meter sus narices en ello. Para algunos la clonación significa retar a la naturaleza, otros aseveran que el hombre estaría “jugando a ser dios”, por lo tanto se considera una aberración ponerse a nivel del “creador”, ya que sólo éste es capaz de dar y quitar vida. Pero, si dios concibió al ser humano con la inteligencia necesaria para generar vida y crear duplicados de él mismo ¿por qué habría de limitarle su capacidad creadora si esta forma parte de la creación de ese mismo dios?

Evidentemente, la argumentación anterior carece de toda base científica, inclusive ética, ya que es indudable que el hombre está dotado para crear vida por distintos medios, con o sin el consentimiento de dios. Pero no todos los argumentos en contra de la clonación humana se basan en esas irracionales posiciones, sino que tocan aspectos más filosóficos y realistas, tales como: ¿qué ganaría la humanidad creando clones de otros seres humanos?, ¿estaría en peligro la reproducción tradicional por el advenimiento de estas técnicas de perfeccionamiento humano?, y desde un punto de vista hedonista ¿qué tipo de necesidad personal satisfaría teniendo un clon de mí mismo? Supongamos que el hombre lograra desarrollar un clon humano, ¿qué pasaría con la sustancia espiritual e inmortal de ese clon?, ¿tendría alma y pensamientos propios? Particularmente pienso que un clon tendría vida propia y desarrollaría sus propias creencias, ya que tendría que convivir en el mundo desde su niñez, al menos que se le mantenga fuera del alcance de la sociedad y del contacto con otras personas. Por otra parte, dudo que la clonación humana conlleve a tener una mente única comandando dos cuerpos, eso sería realmente absurdo. Pero si se creara un cuerpo idénticamente a otro a través de la clonación éste también debería tener alma propia. La otra posibilidad es que no tenga alma alguna y se convierta en un ser totalmente inanimado pero con todas sus funciones corporales en perfecto estado. Esto último queda descartado, ya que la clonación en animales demostró que es posible generar vida animada ¿Es tan soberbio el ser humano al considerar que la existencia del alma le es exclusiva? Si el alma es la esencia que permite la vida, ¿por qué se le atribuye sólo a los seres vivos con inteligencia superior? La verdad me cuesta creer que mi adorada perrita no tenga alma.

El avance de la ciencia va de la mano con la evolución del hombre, si detuviéramos ese avance ¿estaríamos coartando nuestra misma evolución? Tampoco se puede obviar que ese desarrollo evolutivo puede devenir en la misma autodestrucción si no se canaliza correctamente, de ello hay infinidad de evidencias con que demostrarlo. Entonces, ¿será que la autodestrucción forma parte de la evolución humana? En la medida que evolucionamos vamos descubriendo nuestra infinita capacidad de creación, así como de destrucción. Imaginemos un mundo futuro donde a ciertos humanos al nacer se le creen clones “mejorados” de ellos mismos que crezcan a la par pero confinados a un laboratorio, y que estos sean los donantes en vida de los órganos que eventualmente necesitaran estos humanos. Suena atroz y retorcido ¿cierto?, pero creo que es posible llegar a tal demostración de perverso egocentrismo. Sin ir muy lejos, actualmente existen los bancos de células madre, las cuales son tomadas de la placenta de la mujer al momento de nacer un niño con el fin de que puedan ser utilizadas en caso de alguna enfermedad o mal formación ¿podrá ser este el comienzo de una casta de superhumanos? Y si estas técnicas de clonación humana cayeran en manos de neonazis ¿dudarían ellos en algún momento reproducir a su gran líder? Aquí quedaría la duda si ese ser clonado tendría el mismo índice de maldad. También habrán quienes vean con cierto atractivo y beneplácito poder generar un clon de Marilyn Monroe, María Callas, Albert Einstein, Juan Pablo II, Walt Disney, etc.… ¿Es reproducible el talento o la inteligencia con la clonación? O más cuestionable aún, los padres que hayan perdido a un hijo, de tener a disposición estas técnicas ¿la utilizarían para obtener una copia idéntica de su ser querido fallecido injustamente? Como dijo alguien en una oportunidad “nada de lo humano me es ajeno”, así que todas estas posibilidades son reales y sólo son concebibles dentro de la verdad de lo correcto y ético de cada quien.


Entonces, ¿dejamos que el hombre siga utilizando la ciencia para experimentar con su  capacidad creadora?, ¿quiénes somos para limitar nuestra propia capacidad de crear? De poner límites ¿quiénes se los pondrían?, ¿sacrificaríamos la posibilidad de encontrar la cura a tantas enfermedades por imponer esos límites “morales”?, ¿será el hombre capaz de comercializar su propio ADN para replicarse a sí mismo por simple vanidad?, ¿estaríamos fomentando la discriminación al desarrollar “copias” de seres humanos perfeccionados? ¿Y si en un futuro no muy lejano estos clones, dotados con inteligencia y funciones potenciadas, lograran sublevar al resto de los hombres poniendo en riesgo nuestra propia existencia?, ¿hasta donde llegará el ingenio humano?.

Pienso que pasará mucho tiempo hasta que lleguemos a un consenso sobre todos estos aspectos que hacen de la clonación humana un tema tan controversial. Pero mientras el hombre se debate entre esas interrogantes yo espero encontrarme algún día con mi clon natural y así satisfacer mi curiosidad, quizá mi doble esté en otro continente, hable otro idioma y no sea tan fácil que podamos entablar una conversación. Probablemente descubra en él similitudes más allá de las físicas, así como las puedo tener con personas con las que no tengo ningún parecido físico. También me da curiosidad conocer como hubiese reaccionado la oveja que dio origen a Dolly al encontrarse de frente con su clon, sabiendo que ésta era toda una celebridad,  ¿Le habría dicho “Hello, Dolly!” en su lenguaje ovino? Pero de algo estoy seguro, antes de morir dejaré instrucciones precisas para que no se permita una posible clonación de mí, ya bastante tengo con este cuerpo imperfecto en vida como para considerar replicarlo, así sea mejorado.


Escrito por: Rafael Baralt