Para mí desde pequeño ha sido cuestión de honor propio el mostrar una personalidad firme a la hora de crear mis propios códigos de vida, mis propias opiniones e incluso mis propias reglas de conducta social, en tanto no afectasen negativamente a otros. Jamás fumé cuando mi grupo de compañeros preadolescentes lo hicieron, sino después. Todo mi mundo juvenil se iba de putas, menos yo. Y cuando decidí hacerlo, jamás copié el modelo de jactarme de lo macho que fui, pues ya me resultó demasiado traumática la vivencia como para seguir hablando luego de ella. Claro, para asegurarme que en realidad fue un trauma que no se debió a mi inexperiencia la repetí en otro burdel, y como resultó casi igual de sórdida e incómoda, dejé de probar mi virilidad de esa manera. Y así, con el viejo método del ensayo y error, me hice tempranamente de un aprendizaje valioso que luego me sirvió de mucho: aprendí donde no buscar!!
Más adelante seguí fluyendo con el siglo hacia su final, mientras se aceleraba el bombardeo publicitario que cebaba al consumismo juvenil con metas e ídolos que se me hacían más falsos que un dictador demócrata. Antes de mis 20 veía a mis contemporáneos buscar su propia identidad dejándose seducir por la moda para abandonar el mundo de los niños, mientras retaban a los dinosaurios mayores, y los chicos de hoy siguen haciendo lo mismo, sólo que más sobreestimulados. Hace nada entraba al cine, por ejemplo, y todo el gentío juvenil y no tan juvenil lloraba a moco tendido –menos yo, por lo que crecí creyéndome un insensible inadaptado y malvado- con la historia de la pobre chiquilla pobre e inocente, menospreciada y maltratada, que acababa venciendo obstáculos inverosímiles gracias a una serie de circunstancias afortunadas, hasta convertirse en la más rica, poderosa y envidiada de las estrellas humanas. Y como nuestra humanidad es comprobadamente lenta y torpe como dicha protagonista -pero pareciera que no tan afortunada en lo que alcanzar el progreso verdadero se refiere-, en este nuevo siglo la gente sigue disfrutando entre lágrimas de películas similares, aunque Cristina Aguilera haya reemplazado a la Streisand. Porque es un modelo que se prueba, vende…y se sigue usando una y otra vez hasta agotarlo.
La moda, o el fashion, definida textualmente como “costumbre en boga durante un tiempo”, empujaba en mi niñez a la gente a comprar el coche más grande tal como ahora la empuja a adquirir el más compacto. La lucha doméstica por hacerse del más reciente modelo de televisor continúa igualita hoy en día, aunque la T.V. popular sea lo más delgada posible. La moda aliena a cada vez mayores masas de gente frenética por destacar entre sus iguales, y es de ver la cara de la chica o no tan chica que, con aire de suficiencia extrema, afirma haberse puesto los implantes porque “así soy auténticamente yo, y porque yo hago con mi cuerpo lo que me da la gana”, ignorando al centenar de clones que la rodean y los riesgos del pezón necrosado o de la prótesis rechazada por el organismo. La moda furiosa y efímera refleja la evolución acelerada de este inicio de milenio, y las tendencias que imponen la vestimenta o los accesorios y peinados vienen a ser lo mismo que las versiones sucesivas e inmediatas de los programas informáticos, las computadoras o los elementos portátiles de comunicación. Casi terminas de cambiar tu teléfono móvil por el nuevo modelo más caro, cuando debes hacerte de un Blackberry, o no eres nadie. Y éste ya expira ante el I-Phone, que a su vez dará paso en cuestión de meses al I-NO o como se llame. La excusa perfecta: “es que si no lo tienes, aunque tu pinta no vaya con tu déficit económico, te pones al margen de la comunicación mundial y sobre todo de la gente con la que quieres alternar en plan de igualdad”…y eso en un mundo cada vez más poblado y cada vez también mas lleno de gente sola que tropieza a cada momento, en la calle o en Internet, con otros solitarios.
En pocos meses, lo que era absolutamente necesario pasa a ser anticuado, por la presión mediática pagada por el mercado consumista y la que ejerce la industria sobre la moda que vende o, más bien, impone brutalmente a quienes buscan realizarse, definirse, tener éxito o al menos aparentarlo, para ser felices. Esa mayoría alienada debe seguir consumiendo. Por tanto, hay que seguir modificando continuamente lo que se usa y lo que no. Mientras, la infelicidad personal y mundial crece y crece, por la sencilla razón de que el ser humano no es una cosa, y por ende no puede satisfacerse llenándose de cosas, mientras descuida sus demás dimensiones. El gusto propio y la individualidad personal siempre estarán por encima de la imitación que impone la moda, en esa búsqueda frenética de la felicidad. Yo he sobrevivido hasta hoy a pesar de resistirme a ser el típico consumista del producto de última hora, y me he divertido horrores viendo a la masa ser manejada como un títere de mil cabezas y una sola idea por quien se enriquece, mientras permanece discretamente en la sombra, con la repetición, con la publicidad, con la producción, con la guerra, con la salud, con la credulidad, con el vacío existencial, con la oscuridad, con la banalidad, pero me gustaría leer por aquí la voz de alguien que defienda su libertad de ser esclavo del fashion.
Escrito por: Gustavo Löbig
Más adelante seguí fluyendo con el siglo hacia su final, mientras se aceleraba el bombardeo publicitario que cebaba al consumismo juvenil con metas e ídolos que se me hacían más falsos que un dictador demócrata. Antes de mis 20 veía a mis contemporáneos buscar su propia identidad dejándose seducir por la moda para abandonar el mundo de los niños, mientras retaban a los dinosaurios mayores, y los chicos de hoy siguen haciendo lo mismo, sólo que más sobreestimulados. Hace nada entraba al cine, por ejemplo, y todo el gentío juvenil y no tan juvenil lloraba a moco tendido –menos yo, por lo que crecí creyéndome un insensible inadaptado y malvado- con la historia de la pobre chiquilla pobre e inocente, menospreciada y maltratada, que acababa venciendo obstáculos inverosímiles gracias a una serie de circunstancias afortunadas, hasta convertirse en la más rica, poderosa y envidiada de las estrellas humanas. Y como nuestra humanidad es comprobadamente lenta y torpe como dicha protagonista -pero pareciera que no tan afortunada en lo que alcanzar el progreso verdadero se refiere-, en este nuevo siglo la gente sigue disfrutando entre lágrimas de películas similares, aunque Cristina Aguilera haya reemplazado a la Streisand. Porque es un modelo que se prueba, vende…y se sigue usando una y otra vez hasta agotarlo.
La moda, o el fashion, definida textualmente como “costumbre en boga durante un tiempo”, empujaba en mi niñez a la gente a comprar el coche más grande tal como ahora la empuja a adquirir el más compacto. La lucha doméstica por hacerse del más reciente modelo de televisor continúa igualita hoy en día, aunque la T.V. popular sea lo más delgada posible. La moda aliena a cada vez mayores masas de gente frenética por destacar entre sus iguales, y es de ver la cara de la chica o no tan chica que, con aire de suficiencia extrema, afirma haberse puesto los implantes porque “así soy auténticamente yo, y porque yo hago con mi cuerpo lo que me da la gana”, ignorando al centenar de clones que la rodean y los riesgos del pezón necrosado o de la prótesis rechazada por el organismo. La moda furiosa y efímera refleja la evolución acelerada de este inicio de milenio, y las tendencias que imponen la vestimenta o los accesorios y peinados vienen a ser lo mismo que las versiones sucesivas e inmediatas de los programas informáticos, las computadoras o los elementos portátiles de comunicación. Casi terminas de cambiar tu teléfono móvil por el nuevo modelo más caro, cuando debes hacerte de un Blackberry, o no eres nadie. Y éste ya expira ante el I-Phone, que a su vez dará paso en cuestión de meses al I-NO o como se llame. La excusa perfecta: “es que si no lo tienes, aunque tu pinta no vaya con tu déficit económico, te pones al margen de la comunicación mundial y sobre todo de la gente con la que quieres alternar en plan de igualdad”…y eso en un mundo cada vez más poblado y cada vez también mas lleno de gente sola que tropieza a cada momento, en la calle o en Internet, con otros solitarios.
En pocos meses, lo que era absolutamente necesario pasa a ser anticuado, por la presión mediática pagada por el mercado consumista y la que ejerce la industria sobre la moda que vende o, más bien, impone brutalmente a quienes buscan realizarse, definirse, tener éxito o al menos aparentarlo, para ser felices. Esa mayoría alienada debe seguir consumiendo. Por tanto, hay que seguir modificando continuamente lo que se usa y lo que no. Mientras, la infelicidad personal y mundial crece y crece, por la sencilla razón de que el ser humano no es una cosa, y por ende no puede satisfacerse llenándose de cosas, mientras descuida sus demás dimensiones. El gusto propio y la individualidad personal siempre estarán por encima de la imitación que impone la moda, en esa búsqueda frenética de la felicidad. Yo he sobrevivido hasta hoy a pesar de resistirme a ser el típico consumista del producto de última hora, y me he divertido horrores viendo a la masa ser manejada como un títere de mil cabezas y una sola idea por quien se enriquece, mientras permanece discretamente en la sombra, con la repetición, con la publicidad, con la producción, con la guerra, con la salud, con la credulidad, con el vacío existencial, con la oscuridad, con la banalidad, pero me gustaría leer por aquí la voz de alguien que defienda su libertad de ser esclavo del fashion.
Escrito por: Gustavo Löbig
Esa ùltima frase lo resume todo, personalmente las modas me resultan una consecuencia mas de las sociedades aborregadas y mutiladas intelectualmente en las que vivimos, es un tema que mas bien me causa pena. Espero y confìo en que todas estas vanalidades desaparezcan pronto en el ser humano y expanda toda su madurez y autenticidad. Nos aproximamos a una nueva era en la que la humanidad experimentarà unas renovaciòn y una elevada conciencia.
ResponderEliminarAbrazos Gustavo,
Eduardo de Miguel
Me gustó como tocaron este tema de la alienación por la moda, tengo una prima anorexica que ha sufrido lo suyo con el tema de la linea y nos ha hecho sufrir a toda la familia.Claro que el tema da para mas y quisiera que tocaran tambien otros temas de actualidad como el de las parejas bisexuales.Saludos y gracias
ResponderEliminarApreciado lector, agradecemos tu comentario y lamentamos el caso de tu prima, víctima de la moda como tantas otras vidas valiosas. En cuanto al tema que propones y a otros que también despiertan interés, serán tratados próximamente en este blog, el cual está totalmente receptivo a los comentarios y sugerencias de sus seguidores.
ResponderEliminarUn cordial saludo!
No escribo por ser esclava de la moda, sino precisamente como dices, por el gusto propio e individualidad personal que claro, siempre estarán por encima de la imitación que imponga la moda.
ResponderEliminarTambien he sobrevivido felizmente con algo de resistencia al consumismo y más que diversión de ver a las masas ser manejadas de dicha forma, diría que siento pena que se deje a un lado o por debajo, o sin prioridad lo que es la esencia de cada quien.
Esto de la moda o estar a la moda facilmente opaca o puede hacer brillar nuestra manera de ser, disminuir, mantener o alterar el ego. Es cuestión de saber manejarlo. Particularmente me gusta lo novedoso, claro lo que esta a la moda, pero sin envenenarme, sin competir, sin sentirme más, sin mirar por encima del hombro, sencillamente seguir siendo yo, exquisita, sin dejar de ser humilde.
No tengo el ultimo Blackberry, pero me funciona divinamente el que tengo, no tengo Ipad, más sí un Ipod de los primeros, pero dentro de mi no siento ninguna necesidad extrema de renovarme materialmente sino las ganas enormes de alimentar mi alma, mi vida para seguir creciendo y seguir compartiendo, no compitiendo.
Mis saludos Gustav
C.B-M
Saludos Raguniano Gustavo
ResponderEliminarHe disfrutado mucho de la lectura de este
artículo, muy agudo y elegante. No puedo declararme esclavo del fashion tanto
como me gustaría, aunque he conseguido una manera de consumirlo que me
satisface en gran medida. Porque ya sea que se visite la web de Jean Paul
Gaultier para apreciar en ausente y anónima primera fila su reciente propuesta
de alta costura inspirada de Amy Winehouse, o que tenga acceso extra-sensorial
a la película Avatar en un vertiginoso modelo Smart TV Samsung Plasma
8000, y hasta aumente aun más los afectos conversando con familiares y amigos,
residentes actuales de otras tierras, a través del Skype instalado en mi iPad
2, siempre se encuentra la manera de agradecer lo aportes de esta sociedad de
consumo donde vivimos.
Pero como en todas las historias humanas la injusticia se impone casi en la
totalidad del cuento, culpamos a la malvada y pérfida industria del fashion y
del consumo por lo que en realidad es responsabilidad nuestra. A lo sumo, la
gran culpa de la industria, es que sabe exactamente como somos y han fundado
las bases de su negocio en eso, lo cual dificulta que tengan interés alguno de
que cambiemos. De los seres vivientes que pueblan el planeta, somos las mamadas
mas irracionales que existen, y prueba de ello es que hasta nuestro propio
instinto de supervivencia lo dejamos de lado, mudo en su grito, porque nosotros
los más negados.
Detrás de cada publicidad con modelo de medidas perfectas y retoque
fotográfico, se encuentra el entorno inmediato de amigos y familiares que hace alusión
justamente a lo contrario, y ni hablar de la presión social que desato muy
singularmente en Venezuela ser poseedor de un blackberry, nada que los
ingenieros, mercadólogos, publicistas e inversores de RIM hubiera podido
imaginar para conseguir que su producto fuera número uno en ventas del país,
llegando incluso a reprogramar la agenda prevista por la compañía para hacer el
lanzamiento de su modelo Torch conjuntamente con Toronto, Nueva York, y Caracas
a principios del año pasado.
La moda no impone, la moda sugiere. Las imposiciones llegan desde nuestras
propias filas. Los empresarios de la industria del consumo global solo buscan
posicionarse en la escala de preferencias de esta manada irracional que somos.
Mientras alguien seguirá buscando en alguna tienda de 2da mano, si tiene suerte
de hacerse de un Ermenegildo Zegna de mediados de los 90 en
buen estado y talla perfecta