Aprovechando la plenitud del mes de Diciembre y abstrayéndome un poco de forma intencional de la temática que tratamos en el blog, me alenté (sólo por esta vez, y con el permiso de nuestros lectores ragunianos) a darle un giro algo más íntimo y escribir sobre el significado que tiene la Navidad para alguien como yo, toda vez que es bien conocida mi posición anticlerical. Y es que este año me siento particularmente navideño, o mejor dicho, agnósticamente navideño! ¿Suena contradictorio? puede ser, pero es que si lo vemos objetivamente la Navidad, como fiesta en sí, ha dejado de ser exclusiva de los cristianos y católicos convirtiéndose hoy en día en una celebración naturalmente adoptada por personas de otras religiones y formas de pensamiento quienes se han dado el permiso de disfrutarla y compartirla. Claro está que siempre habrá quien me pregunte: “¿Por que celebras la Navidad si eres ateo?” Yo, luego de dibujar una sonrisa en mi cara y de evadir la aclaratoria de que no soy ateo sino agnóstico, les digo: “porque me gusta”. Y es cierto, he descubierto que me gusta, pero no por las razones que deberían tener todos los creyentes de celebrar la llegada al mundo de Jesús de Nazaret y todo lo que ello representa para la fe cristiana, sino más bien porque me dejo seducir por esa euforia colectiva de festejos, regalos, comidas, adornos, canciones y agradable frío de temporada; además de la inevitable retrospectiva de esos momentos especiales que le dieron a esta época navideña un particular significado.
Estos días traen consigo muchos recuerdos de mi niñez: como el ingenio que tenían mis padres para dejarnos a mi y mis hermanas los regalos debajo de la cama y hacernos creer que había sido el mismísimo Niño Jesús quien dejó esos presentes para nosotros. Me acuerdo como si fuese ayer de la alegría que sentía las mañanas de los 25 de diciembre al despertar y ver todos esos juguetes, pero antes de disfrutarlos había que darle gracias al “Niño Dios” por su bondad al habernos premiado por nuestro buen comportamiento durante el año. Toda esa ilusión duró como hasta los 7 u 8 años cuando descubrí, no recuerdo como, que ese famoso “Niño” no era tal y que eran mis padres quienes con todo su amor dejaban los regalos bajo mi cama cada nochebuena, pero como no quería dejar de recibirlos dejé pasar al menos un par de años más sin decir nunca nada sobre mi secreta revelación. No obstante la experiencia de descubrir esa “mentirilla blanca”, aunque hecha con la mejor intención, fue algo dolorosa para mí, así como lo podrá ser para cualquier otro niño, y buena parte de esa ilusión de la Navidad murió en ese momento. Hoy en día puedo decir que esa fue mi primera gran decepción con el mundo religioso.
Ya en mi pubertad fui descubriendo que las navidades eran sinónimo de fiestas, patinatas y parrandas, las mejores que he tenido. Estas se complementaban con visitas inesperadas, reencuentros y reuniones familiares. Nunca podré olvidar la imagen de mi abuela junto a mi mamá y mis tías preparando esas deliciosas hallacas, así como el aroma que permanecía por días en toda la casa. Mi papá, siempre fiel a las tradiciones venezolanas, gustaba de colocar canciones navideñas de un disco de acetato que contenía preciosos aguinaldos y villancicos mientras poníamos el pesebre. Por cierto que mi padre decía con cierta vehemencia que el árbol de Navidad era una tradición extranjera y que nosotros por ser venezolanos teníamos que poner el nacimiento, pero como a mis hermanas y a mí siempre nos gustó el arbolito nos permitió colocarlo una que otra vez (Yo creo que en el fondo a él también le gustaba el arbolito pero nunca lo quiso reconocer). Por su parte, mi madre no siempre fue muy apegada a las celebraciones navideñas ya que eso representaba mucho trabajo en la cocina y arreglando la casa para recibir las visitas, aparte de los gastos extras por los obligados regalos y el odiosísimo juego del amigo secreto. Aún así, mi mamá siempre disfrutó de ver a la familia reunida y compartiendo, y lo sigue haciendo con el mismo amor que tanto la caracteriza.
Luego, una vez que empecé a ser independiente y comencé a viajar por el mundo, pude ver que la Navidad, aparte de representar un frenesí universal, también llegó a convertirse en todo un suceso mercantilista. Las personas se volcaban a las calles a comprar ropa nueva, regalos y cuanto adorno existía en las vidrieras de las tiendas para decorar sus hogares. Aprovechaban para dar obsequios a sus seres queridos, así como regalarle algún detallito a esa gente que hacía tiempo que no veían o simplemente para quedar bien por convencionalismo social. No en vano Diciembre se ha consolidado como el mes de mayor venta y consumo en todas las regiones del planeta. Aún estando consciente de ello, disfrutaba de recorrer las principales plazas y centros comerciales de esas ciudades que mostraban su mejor cara luciendo sendos árboles de pino con full luces de colores, las tiendas regiamente decoradas con motivos rojos y verdes, los fuegos artificiales mimetizándose con el cielo estrellado y dejándome envolver por ese ambiente mágico de buena energía junto a gente desconocida que nunca más volvería a ver.
Hoy en día, ya alcanzados mis cuarenta, lo sigo disfrutando pero no con esa inocencia ni con la misma intensidad de antes, la cual se ha visto disminuida junto con la pérdida año tras año de estas tradiciones. Aún así, le dedico un buen tiempo a montar el arbolito mientras oigo mis canciones navideñas favoritas y evoco esos momentos de felicidad pasada. También trato de atender todas las invitaciones sociales que me hagan ¿Qué sentido tendría resistirme y privarme de compartir buenos momentos con mis seres queridos? Si bien esto podría hacerse en cualquier otra fecha del año, es en Navidad cuando la gente esta más presta a hacerlo. Pero es precisamente en esos momentos de reflexión cuando me pregunto si toda la gente que celebra estas fiestas lo hace motivada por la genuina convicción de que se cumple un año más del nacimiento de Jesús o simplemente es una excusa perfecta para reconciliarse socialmente con la familia y amigos. Quizá sea ambas, o ninguna, pero en mi caso particular lo hago en honor a ese niño que una vez fui y que aún llevo conmigo, que creyó en la Navidad, y que ahora en un cuerpo adulto todavía mantiene en su memoria los más hermosos recuerdos de infancia y juventud junto a las personas que ya no están, y con las que sigue teniendo la dicha de compartir su vida.
Escrito por: Rafael Baralt
Gracias Rafa por compartir tu visión del espíritu de la navidad e invitarnos a recordar nuestra historia personal y a reflexionar sobre el tema, tal como lo hizo Dickens en su momento y a su manera, con sus cuentos navideños. Honro y bendigo a ese Niño inmortal en tí, que renace cada Diciembre, y en cada vivencia que tienes o compartes cuando amas. un GRAN abrazo!!!
ResponderEliminarRafa, hermano, companero incondicional e inseparable de toda mi vida, me siento plenamente identificada con este escrito y comparto todo lo contenido en el, para mi es tan cierto lo que expresas que siento que soy yo misma la que escribio esto, que linda fue nuestra ninez y que importante es que asi la recordemos..sigamos siempre disfrutando la navidad simplemente, como tu dices, porque nos gusta..gracias por traer a mi memoria esos hermosos e inolvidables recuerdos.
ResponderEliminarTe amo hermanito
Gracias por tus palabras Virgi, no sabes cuanto las aprecio. Al escribirlo te tuve presente todo el tiempo ya que formas parte de mi historia y de mi vida actual. Me alegra mucho que te hayas conectado con esos recuerdos que nos forjaron y moldearon a lo que somos ahora.
ResponderEliminarTe amo hermanita!
Rafael Baralt
Querido Gustavo, gracias a ti por leerlo y comentarlo. Ciertamente todos llevamos nuestro niño interior, y permanecerá con nosotros hasta nuestra muerte. El mío, tal como lo dices, renace y esta en su plenitud en esta época navideña, quizá tratanto de revivir y rescatar esos momentos de alegría. Yo permito que salga y se exprese porque cuando lo hace le devuelve a mi ser parte de esa inocencia perdida logrando así un equilibro perfecto de mi ser.
ResponderEliminarUn gran abrazo para ti también.
Rafael Baralt
Me has hecho retroceder a mi ninez,y me doy cuenta que ese espiritu navideno aun sigue vigente en mi y lo transmito a los mios,la emocion de estar todos reunidos y vivir esos momentos es indescriptible,gracias Rafa por este regalo que me has hecho la reconexion con mi nina interior y todos sus recuerdos gratos,un abrazo :)
ResponderEliminarQuerida Ela, muchísimas gracias por tu comentario. En concordancia con lo que dices, nuestro niño interno se manifiesta de forma especial en estas épocas navideñas, y no hay nada más sanador que dejarlo salir y fluir. Me alegra que hayas sentido ese niño que llevo por dentro y que haya logrado conectarse con tu niña interior.
ResponderEliminarUn gran abrazo!
Rafael Baralt
Hola como estas? te escribi en mi Blog...
ResponderEliminarhttp://jfblueplanet.blogspot.com/2011/12/el-arbol-de-navidad-y-el-pesebre.html
y acabo de ller tu nota aqui,tenemos la misma forma de ver la Navidad,creo en Dios...pero sin fanatismos,y lo que mas me gusta de la navidad es la parte de compartir...me vas a dar un dato,tienes una modalidad en tu Blog que me gusta..Feliz Navidad!!!
Veo por encima que tienes muchos temas...aqui,yo no he podido coloue lamento es no tener tanto tiempo para leer...,pero siempre saco tiempo,me gusta leer mucho..
ResponderEliminarComentarios para el agnóstico navideño.
ResponderEliminarEn el preludio del nacimiento del
niño Jesús.
El
significado de la Navidad ha sido proyectado más allá del nacimiento de un niño,
de una historia contada en N cantidad de versiones, y en N cantidad de
expresiones religiosas. La Navidad agnóstico
navideño, trasciende religiones, fronteras, y sobre todo significados.
El
caso no es si Jesús nació, o si es el Sr. Espíritu de la Navidad el
protagonista. El caso es, que en este mes te desprendes de mezquindades, pues
Dickens nos amenazó con ser Scrooge, te recreas en el pasado lleno de afectos
(no importa si no de hallacas o regalos). Te vuelves más humano.
Rafa,
no solo tú te dejas seducir, todos queremos ser seducidos por la Navidad, y
cuando nuestro intelectual interno se revela ante el sin sentido, cuando
nuestro administrador se revela ante la comercialización de la fecha, surge una
historia, por cierto, casi siempre parecida a la tuya, historia que nos
reconcilia con estas fechas y nos permiten ser niños aún.
La
Navidad es parte nuestra, nos une como familia. De tu casa, mejor dicho, del
hogar de tus padres, tengo innumerables recuerdos metidos en la piel, y no era
que naciera el niño, no, era que era
navidad, que los hermanos se reunían, y los primos, y los amigos. Y tu mamá
cansada y la mía angustiada por la carretera y el licor. Y el niño Jesús que
traía regalos.
La
Navidad dejo de ser exclusiva del cumpleaños de Jesús, a quien le agradezco
enormemente que su historia sirva para que nosotros hoy, celebremos, nos
reencontremos, con nosotros, y con nuestro pasado, con nuestros seres queridos,
contigo.
Te
agradezco haberte tomado la licencia de escribir este artículo, no pude dejar de
sentir una profunda nostalgia, pero a la vez una profunda alegría, por este tu
regalo, y sobre todo que deslindes lo religioso de este evento universal, cuyas
raíces, tan profundas, se perdieron en la necesidad del hombre de acercarse a
su lado más humano.
Breddy Baralt
Así es mi querida Breddy, tus palabras son tan sabias como tu vivencia por la vida. Es cierto, la Navidad es encuentro y reencuentro, con la familia, los amigos y con uno mismo. Si bien el nacimiento de Jesús es la excusa para esta celebración, ha dejado ya de ser el verdadero motivo. Cada quien se conecta de una manera distinta y no necesariamente por razones religiosas, pues como dices es la necesidad del hombre de acercarse a su lado más humano.
ResponderEliminarGracias por tus palabras, hacen que el artículo se complemente y adquiera un significado más universal y trascendente.
Un gran abrazo,
Rafael
Supongo que eso nos pasa a todos, y también es irrelevante, ser Cristiano o demás para pasar buenos momentos es como, hacer lo correcto, no es definido por la nuestras creencias religiosas sino lo que dicta nuestra conciencia, y nuestra naturaleza, a demás proclamar que la navidad se refiere como una costumbre estricta de los cristianos seria muy limitado, Yo me proclamo agnóstica desde los 19 años, ahora tengo 21, y también celebro la navidad, tengo la fortuna de tener una posición religiosa muy abierta y sobre todo puedo creer lo que yo quiera! Saludos
ResponderEliminarQuerida Mary, muchas gracias por tu comentario. Felicito tu posición ante la religión siendo aún tan joven. A mi me costaron años hasta darme cuenta que no congeniaba con ninguna religión, y finalmente descubrí que mi forma de pensar respondía a la posición agnóstica, al igual que tú.
ResponderEliminarEsperamos saber más de ti a través de tus comentarios en el blog.
Saludos!
Rafael Baralt