"Por el buen orden de la familia
humana, unos han de ser gobernados por otros más sabios que ellos; por ende, la
mujer, más débil en cuanto a vigor de alma y fuerza corporal, está sujeta por
naturaleza al hombre, en quien la razón predomina. El padre tiene que ser más
amado que la madre y merece mayor respeto porque su participación en la
concepción es activa y la de la madre simplemente pasiva y material."
San Agustín de
Hipona
(Santo, Padre y
Doctor de la Iglesia Católica)
Nos guste o no,
pertenecemos a una sociedad donde es evidente el predominio del hombre sobre la
mujer, aunque tengan los mismos derechos. El desequilibrio entre los géneros ha
sido una cualidad tan común que se ha permeado en la crianza y educación
formal, hasta formar parte de nuestras tradiciones y costumbres. Pero, ¿cómo se
originó tal disparidad?, ¿qué hace que en la actualidad se siga viendo a la
mujer como un ser inferior al hombre?, ¿por qué la mayoría de los hombres y
mujeres toleran este desbalance social y cultural?
Más allá de las
limitaciones de índole corporal, hay tareas que se han ajustado de acuerdo al
sexo y condición física. No obstante, la importancia de cada actividad no debe
medirse por el grado de fuerza requerida sino por su aporte a la sociedad. Es
decir, no es menos importante tejer un abrigo que taladrar una acera. Si bien
una actividad requiere de mayor fuerza física, ambas son importantes,
necesarias e inclusive dependientes unas de otras.
Lamentablemente
existen los extremos: el machismo –es su más básica acepción– es el conjunto de
creencias, costumbres y actitudes que sostienen que el hombre es superior a la
mujer en inteligencia, fuerza y capacidad. Por más ridículo que esto parezca,
existen millones de individuos de ambos sexos que avalan y promueven esta
retrógrada ideología. Ahora bien, no es menester de este artículo degradar las
actitudes asociadas al machismo como la homofobia, heterosexismo,
discriminación, sometimiento, maltrato a la mujer, violencia doméstica, etc. Ni
tampoco aupar el feminismo, que a mi parecer es el extremo opuesto del
machismo. Más bien, quisiera adentrarme en las posibles causas de esta conducta
tan presente en nuestra cultura latina.
Precisamente, no es
coincidencia que en los países con mayor arraigo religioso se ponga más en
evidencia el comportamiento machista. Como bien decía el escritor peruano y
Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, "es un problema muy
arraigado en América Latina”. Remarcó, además, que el machismo se observa en buena
parte del mundo, aunque en Latinoamérica se da con una mayor crudeza y
brutalidad que en las sociedades más avanzadas donde se disimula mucho.
Entonces, ¿existe
alguna relación entre religión y machismo en cualquiera de sus manifestaciones?
La respuesta es SÍ, como era de esperarse. Hace unos meses acompañé a un amigo
a una ceremonia judía en una sinagoga. Forzosamente tuve que usar el kipá para
entrar al recinto lleno de varones. En los balcones laterales del lugar, apartadas, se encontraban las mujeres. La razón: las
mujeres son impuras y deben mantenerse alejadas de los hombres en recintos
sagrados. En el judaísmo las mujeres ultrarreligiosas deben cubrirse el pelo
con peluca (cosa tan absurda) y ocultar sus piernas, no hace falta explicar las
razones (son obvias). Por su parte, el islamismo tiene tradiciones que palpan lo
sangriento como apedrear a los homosexuales y a las mujeres infieles (lo cual
no sucede con los hombres «machos» que sí pueden tener varias mujeres). El
Corán ordena claramente: “Manteneos
apartados de las mujeres durante la menstruación, y no os acerquéis a ellas
hasta que queden limpias; y cuando queden limpias, id a ellas como Dios os ha
ordenado” (Sura 222). Pero el
premio mayor –quizás porque nos toca más de cerca– se lo lleva la religión
católica. Hasta hace muy poco (alrededor de los años 60/70) las mujeres no
podían entrar a una iglesia sin velo para no incitar a los hombres y por respeto
a dios. La participación de la mujer moderna en el seno de la iglesia es
prácticamente nula, como siempre ha sido en la tradición eclesiástica. Ni
siquiera son tomadas en cuenta en los cónclaves para elegir al Papa. Tampoco es
de extrañar que no existan sacerdotes ni cardenales mujeres, ni ninguna con una
posición de importancia en la toma de decisiones en el Vaticano (En este punto no
nombro a símbolos como las santas, ya que estas fueron reconocidas después de
muertas; o la Virgen María, cuyo “mérito” fue haber dado a luz –¿sin pecado
concebida?– al “hombre” «hijo del mismo dios», quien nunca dejó instrucciones
para que se construyeran templos en su nombre). Adicionalmente, existen muchas
referencias machistas en la Biblia, por ejemplo:
“A la mujer dijo (Dios): Multiplicaré en
gran manera los dolores en tus preñeces; con dolores darás a luz a los hijos, y
tu deseo será para tu marido y él se enseñoreará de ti” Génesis 3:17
“Habla a los hijos de Israel y diles: La
mujer cuando conciba y dé luz a un varón, será inmunda 7 días.... Y si diera
luz a una niña, será inmunda dos semanas..." Levítico 12: 1-2
"Asimismo vosotras, mujeres, estad
sujetas a vuestros maridos. Porque el varón no procede de la mujer, sino la
mujer del varón, y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la
mujer por causa del varón." Pedro
3:1
"Vuestras mujeres callen en las
congregaciones; porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como
también la ley lo dice”. Corintios 14:
34-35
“Si resultase verdad que no se halló
virginidad en la joven, entonces la sacaran y la apedrearan los hombres de la
ciudad, y morirá..." Deuteronomio 22:21
Después de estas
perlas bíblicas, escritas a lo mero macho, se puede explicar el éxito del
machismo en nuestra cultura influenciada por el catolicismo. No abundan los
creyentes de esta religión que cuestionen los preceptos de su libro sagrado; al
contrario, aceptan o dan por sentado que el hombre predomina sobre la mujer, ya
que es palabra de dios (por cierto, un dios hombre). Mientras estas religiones
ortodoxas sigan influyendo de manera negativa en sus seguidores se hará más
difícil acabar con el machismo. La buena noticia es que cada vez somos más los
que abrimos los ojos y nos atrevemos a ver más allá de las creencias impuestas
a través de los años. La senda del librepensamiento va ganando simpatizantes,
pues los derechos y la auténtica igualdad entre las personas –sin importar su
sexo o elección sexual– debería ser una premisa universal.
Escrito por: Rafael Baralt