Estoy
en contra de la comercialización de la autoayuda por puro afán de lucro,
dejando claro que es posible cambiar algunas circunstancias de nuestra realidad
externa o interna, si aprendemos cómo hacerlo. Una persona que repita
pensamientos, creencias y conductas, es poco probable que vea la vida de manera
distinta y la viva diferente sin la intervención de un factor externo que la
afecte, pero es improbable que ese factor salga de un texto o taller de
autoayuda. ¿Por qué? Porque éstos sólo afectan su parte racional, y ahí se
quedan, sin pasar a internalizarse para producir el cambio deseado. Nuestra
personalidad y mucha de la realidad cotidiana surgen de acuerdo a cómo
pensamos, aprendemos, sentimos y actuamos. Cada vez que se cambian los puntos de vista o
se aprende algo nuevo, se establecen nuevas conexiones en las neuronas, lo cual
modifica el cerebro. A eso se llama evolución. Aun así, aprender no es suficiente, a
menos que se aplique lo aprendido. Sobran quienes saben de todo y no
han aprendido casi nada. Nos pasamos la vida creando un futuro mejor, pero
tratando de no cambiar para no sufrir, y lo que hacemos es reafirmar la
personalidad disfuncional con una serie de ideas, emociones y actos (miedos,
enfados, prejuicios, manipulaciones, ataques, defensas, metas egoístas,
escapismos, etc) que son adictivos y que funcionan como programas informáticos
instalados en el subconsciente. Por eso, hablando como coach y como humano que
vive los mismos problemas que todo el mundo, sé que los tres pasos iniciales
para andar por un mejor camino de vida son: Primero,
asumir nuestra responsabilidad como co-creadores de la propia vida y de la vida
de los demás y dejar de creernos víctimas que necesitan de un salvador. Segundo, aceptar la realidad que está
sucediendo y que deseamos cambiar, sin resistirnos a lo que es, porque lo que se resiste, persiste. Tercero, sabernos más grandes que esa
realidad que se desea cambiar, porque cada persona es ella, no sus
circunstancias. Los triunfadores sobre la adversidad imaginaron el futuro
diferente, sintiéndolo como si ya hubiese sucedido, luego crearon el cambio en
ellos teniendo fe en sí mismos, y sólo después obraron para hacer real lo que
pensaron. Sólo entonces puede darse el cuarto paso, que es el cambio, y que
casi nunca se logra a base de pagar por teorías bonitas y frases hechas, que
frecuentemente no son más que sentido común vendido a alto precio por
charlatanes que la moda consagra como sanadores.
Podemos
hacer sin gastar plata que el pensamiento sea más real que un acontecimiento, y
lo hacemos a diario, cuando sufrimos por algo que ya pasó o que todavía no ha
sucedido. La mente manda dentro del presente. Si conducimos nuestro vehículo y
de repente nos concentramos en un pensamiento, en ese momento vemos sin ver la
carretera sin sentir nuestro cuerpo. Ese lapso, aunque dure apenas un instante,
es de un gran poder creador, es el estado
de flujo del artista que se olvida de todo mientras trabaja. Ese estado es
el necesario para crear, primero con la mente, luego a través de la acción o
del cambio conductual. Por lo tanto, es cuestión de elegir pensamientos
constructivos en lugar de los de siempre. Pero pensar en negativo es
morbosamente adictivo, y la mayoría de las personas se la pasan pensando en sus
problemas en lugar de pensar en las posibilidades. En cuanto a los iluminados
que defienden a toda costa el Pensamiento
Positivo, aún sin actuar, cuidado con esa fantasía. Pensar en algo no lo
hace real, si nuestro comportamiento no responde a la intención de que ese
deseo se realice. La mente y el cuerpo deben trabajar juntos. Tenemos que
escoger actuar de manera distinta y funcional, para que pueda suceder algo
nuevo.
Si deseamos crear una nueva realidad personal, hemos de convertirnos en
otra persona. ¿Cómo? Mediante un programa activo de vida desligado del miedo,
esa emoción aprendida que limita la acción del poder personal, hasta lograr que este poder se convierta en la
habilidad de eliminar el autosabotaje y de activar el sistema operativo de los
programas subconscientes que posibilitan el cambio. Pongamos, por ejemplo, la
ansiedad. El caso de alguien con ansiedad o con depresión es el mismo: el
cerebro empieza a segregar química como si eso que teme la persona estuviera
sucediendo, y con el tiempo esa química se convierte en adictiva. ¿Cómo salir
del círculo vicioso? Si haces conscientes tus pensamientos y tus hábitos
automáticos y observas las emociones y conductas, empiezas a objetivar tu mente
subconsciente. Si te familiarizas con los aspectos de ti mismo y los factores
de tu entorno que motivan la ansiedad (o lo que quieras cambiar), durante la
observación continua de ti podrás darte cuenta de cuándo empiezas a sentirte de
la manera que ya no deseas repetir, y serás capaz de cambiarla, rompiendo en
ese momento la cadena del hábito. Si te recompensas inmediatamente después, por
haber logrado hacer algo mejor que lo acostumbrado, reforzarás el proceso de
cambio a nivel de tu cerebro y de su funcionamiento vital. El único pensamiento
positivo que funciona es el que lleva a un autocondicionamiento positivo. Se
trata de tener claro quién se quiere ser, qué pensamientos y emociones se
prefieren por ser útiles y no solamente habituales, planificar adecuada y
oportunamente, y después actuar los pequeños cambios que darán lugar a los
grandes. De esa manera se van instalando los nuevos circuitos en el cerebro.
Pero se requiere constancia y disciplina. El simple pensamiento positivo o el
desear algo no funcionan, porque la negatividad está instalada en el
subconsciente y saboteará el proceso de logro.
Un
libro o taller de autoayuda tampoco hará cambios, a menos que el aprendizaje de
la nueva información se internalice más allá de una teoría y se ponga en práctica.
Sólo la acción personal conlleva el cambio personal, no los aprendizajes
intelectuales que quedan en simple teoría. De teorías y opiniones inútiles está
lleno el mundo, y por eso anda tan mal. Pero hay muchos interesados en que la
gente siga sufriendo y gastando su dinero en ayudas inefectivas, que muchas
veces exigen otras complementarias y también costosas. De ahí salen tanto
médico que no pasa de ser un vulgar comerciante de la salud corporal o mental,
tanto consejero charlatán, tanto facilitador de talleres y de textos inútiles
de autoayuda, que no sirven más que para lucrar al supuesto sanador y encarecer
un mercado de la salud que ya engloba el lucrativo negocio de la muerte, un
comercio cada vez más extendido y cuyo afán de dinero, a costa del dolor ajeno,
es indigno de un ser humano decente. Generalmente, si un individuo o grupo
ofrece una cura milagrosa en un tiempo muy breve y a un precio muy alto, se
tiene delante el caso de uno de estos estafadores.
Los
cambios verdaderos consisten en hacer conscientes las conductas y patrones
limitantes inconscientes, sin sentir culpa, y desde esa conciencia saber elegir
y realizar las acciones de cambio requeridas. Una personalidad débil prefiere
delegar la responsabilidad de cambiar las cosas en el aporte que pueda recibir
del iluminado, el brujo o el sabio de turno, y es incapaz de ver la
manipulación en tales dudosas ayudas.
Lo
que nos quita la libertad y el progreso son nuestras propias creencias, el
conformismo, el temor a cambiar, los hábitos, los apegos, los prejuicios y
demás barrotes de esa prisión que para muchos es la vida, y que deben ser
desmontados uno a uno. Nos hemos pasado el tiempo oyendo el consejo de “sé tú
mismo”. Pues yo opino que si ese yo no es tu yo auténtico, si no te hace
realmente feliz y productivo dentro del bien común, te deshagas de él. Una
buena forma es ser y obrar como librepensador, para despojarnos de etiquetas,
patrones sociales y prejuicios injustos. Hace falta dejar el juicio
condenatorio contra uno mismo y los demás para ser verdaderamente humanos, y no
otra de las fieras depredadoras, estúpidas y egoístas que representan a la peor
parte de la humanidad. Una dieta mental y conductual que se vaya depurando de
hábitos negativos es la mejor receta para que la infelicidad personal y mundial
acabe por morir de inanición. ¿Utópico? Sí, mientras no lo lleves a la práctica
cotidiana. Así que déjate de libros, cursos y rituales costosos, y comienza con
esta dieta, privándote a tu manera de lo negativo, si realmente quieres hacer un
uso efectivo de tu libertad y dejar una huella tan liviana como la del amor a
tu paso por este mundo. Esa es mi posición ante las pruebas de la vida.
¿Cuál es la tuya?
Escrito
por: Gustavo Löbig